España ha ido a las urnas el domingo pasado y contundentemente ha triunfado la socialdemocracia, una corriente muy vieja en Europa, levantando sus posibilidades en otros países, después de años y años de retrocesos.
El PSOE del jefe de gobierno español Pedro Sánchez logró no sólo legitimarse en las urnas, ya que llegó al poder por la vía de la defenestración del liberal Mariano Rajoy, sino que logra una cómoda ventaja que le permitirá hacer un gobierno de coalición con las fuerzas de izquierda, los independentistas catalanes incluidos. Y así tiene mayoría en la cámara de los diputados consiguiendo la mayoría absoluta en el senado español.
Pedro Sánchez habrá deformar gobierno y no habrá quién le dispute el reposicionamiento de su partido, castigado después de los serios problemas económicos que caracterizaron a sus antecesores Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero.
La derrota, aplastante e histórica, se la lleva la derecha, que se presentó dividida en 3 partidos: el tradicional Popular de José Aznar y de Rajoy, el liberal Ciudadanos y el emergente nacionalista Vox. De los 3, Ciudadanos es el que logró mejores resultados y avanzó respecto de resultados anteriores. Pero el Partido Popular alcanza menos dela mitad de los votos y de los escaños que tenía. Un cambio radical en menos de un año: del gobierno al infierno.
Entre las miles de explicaciones que circulan, destaca la de que la derecha perdió el centro político en esta elección, se radicalizó hacia la derecha extrema y ese centro lo ocupó el PSOE. También se menciona que la emergencia de Vox sirvió para asustar al electorado con el fantasma de la extrema derecha, con la que se etiquetó a Vox y terminó sirviendo a la izquierda sin proponérselo.
Sin embargo, existe un elemento del que no se habla. Muchos partidos han perdido el contacto con las necesidades ciudadanas en el momento que se viven las campañas, pensando que su ideología va a convencer a los votantes. Los resultados en España demuestran que eso es una fantasía y que los partidos profesionales pueden hacer olvidar a los votantes sus pasados errores, corruptelas o demagogia, si logran conectarse el ciudadano de hoy y se identifican con él.
Una importante lección para la oposición de otros países.