El informe de Mueller es como una versión jurídica de una película de suspenso en la que tres fuerzas malévolas atacan a una ciudad al mismo tiempo. Todos se preguntan si los tres atacantes trabajan juntos. El informe llegó a la conclusión de que no es así, pero eso no hace que la situación resulte menos aterradora ni que la amenaza sea menos real.
La primera fuerza es Donald Trump, quien representa una amenaza para los sistemas estadounidenses de gobernanza. Hace siglos nuestros fundadores crearon un sistema de leyes, no de hombres. En nuestro sistema de gobierno hay procedimientos establecidos, basados en valores determinados: la imparcialidad, el respeto a las instituciones, la idea de que un cargo público es una posición de confianza y responsabilidad pública, no un juego privado.
Cuando Trump aparece en el informe de Mueller, a menudo está pisoteando esos sistemas y violando estos valores. Le pide a su abogado que obstaculice una investigación. Le pide al director del FBI que deje en paz a sus aliados. Intenta hacer que los investigadores relevantes sean despedidos. No sé si sus acciones cumplen con los estándares jurídicos para considerarlas obstrucción de justicia, pero sin duda cumplen con los requisitos del sentido común para tacharlas de interferencia en la justicia.
La segunda fuerza es Rusia. Si Trump es una amenaza para la infraestructura institucional, los rusos son una amenaza para nuestra infraestructura informativa. Esto ya lo sabíamos, pero aun así fue sorprendente ver que el hecho se declarara sin tapujos: que el gobierno ruso interfirió en las elecciones de 2016 “de manera extensa y sistemática”.
Quizá no bombardean edificios ni le disparan a la gente, pero el que un gobierno extranjero ataque el registro objetivo en el que se basa la democracia puede considerarse como una especie de guerra. Los rusos están intentando socavar la información que usamos para debatir, y la confianza que hace posible el diálogo.
La tercera fuerza es Julian Assange y WikiLeaks. Suponen una amenaza para nuestra infraestructura deliberativa. Toda organización necesita poder sostener conversaciones privadas para deliberar. Ya se trate de telegramas del Departamento de Estado o correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata, WikiLeaks ha violado la privacidad y ha dificultado el funcionamiento de las instituciones. Ahora nos encontramos en una situación en la que algunas de las peores personas que habitan el planeta son las que determinan lo que se publica.