Los problemas se acumulan; la periferia no puede esperar.
Mientras leen esto, los aspirantes demócratas a la presidencia recorren Iowa, tratando de asegurarles a los granjeros y agricultores que comparten sus preocupaciones. Los comentaristas publican artículos de opinión sobre cómo los demócratas pueden recuperar a los electores rurales. Los grupos de expertos emiten manifiestos sobre revivir las economías del interior del país.
No tiene nada de malo debatir estos temas. Las vidas rurales importan, todos somos estadounidenses y merecemos compartir la riqueza de la nación. Los electores rurales importan todavía más; nos guste o no, nuestro sistema político les da un peso tremendamente desproporcionado a los estados menos poblados, que por lo general son también los estados con poblaciones relativamente rurales.
No obstante, es importante ser objetivos. Hay fuerzas poderosas detrás del relativo y, en algunos casos, absoluto declive económico del Estados Unidos rural, y la verdad es que nadie sabe cómo revertir esas fuerzas.
Vamos a verlo de esta forma: muchos de los problemas que enfrenta Estados Unidos tienen soluciones técnicas sencillas; todo lo que falta es voluntad política. Todos los demás países avanzados proveen servicios médicos universales; tienen fácil acceso al cuidado infantil asequible. Reconstruir nuestra infraestructura desgastada sería caro, pero podemos costearlo, y bien podría pagarse sola.
No obstante, es muy difícil revivir a las regiones decadentes. Muchos países lo han intentado, pero es difícil encontrar historias de éxito convincentes.
El sur de Italia sigue rezagado tras un esfuerzo de generaciones. A pesar de las enormes sumas que se han invertido en la reconstrucción, la anterior Alemania del Este sigue deprimida tres décadas después de la caída del Muro de Berlín.
Tal vez nos vaya mejor, pero la historia no está de nuestro lado.
¿Cuál es el problema con el Estados Unidos rural? Los principales centros urbanos siempre han sido imanes para el crecimiento económico. Ofrecen enormes mercados, la disposición inmediata de proveedores especializados, grandes grupos de empleados con habilidades especializadas y el intercambio invisible de información que resulta del contacto personal. Como lo describió el economista victoriano Alfred Marshall: “Los misterios del oficio dejan de serlo, pero están, por así decirlo, en el aire”.
Sin embargo, la fuerza gravitacional de las grandes ciudades solía contrarrestarse con la necesidad de que hubiera agricultura y ganadería donde se encontraban las tierras fértiles.