Los primeros cien días de Andrés Manuel López Obrador en la presidencia han estado llenos de anuncios y proclamaciones. Ha hecho gestos grandilocuentes que han sido aplaudidos por la sociedad.
Les quitó a los expresidentes sus pensiones, optó por volar en aviones comerciales en vez de usar el Boeing presidencial (aunque el gobierno aún deberá seguir pagando el arrendamiento anual hasta que se venda) y convirtió a la residencia presidencial de Los Pinos en un museo abierto al público.
En campaña, López Obrador prometió transformar México. Creó enormes expectativas y abrió un debate generalizado sobre las políticas públicas, el pasado y el futuro de México, las cuales son buenas noticias. Ha tomado algunas decisiones, la mayoría poco sabias, y ha prometido prácticamente todo lo que puede prometerse, incluyendo un sistema de salud universal al estilo escandinavo. Sin embargo, aunque ha consolidado un enorme respaldo popular, los proyectos que de hecho se han llevado a cabo aún son pocos, lo cual no es bueno para un país que tiene tantos desafíos como México.
Además de haber despedido a un gran número de servidores públicos, solo tres decisiones se han implementado en realidad: una ofensiva, una absurda y otra digna de elogios.
López Obrador está haciendo el trabajo sucio de Donald Trump al permitir que México se convierta en el país de acogida de los centroamericanos que buscan asilo en Estados Unidos. Canceló la construcción del nuevo aeropuerto de Ciudad de México, que estaba parcialmente construido, a un costo enorme para el presupuesto y el futuro de la capital; todavía no está claro cómo se ampliará y mejorará el viejo y saturado aeropuerto de la ciudad ni si se construirá otro aeropuerto para complementarlo, pero el impacto en los mercados fue significativo. Por otro lado, su decisión de aumentar el precario salario mínimo en todo el país y duplicarlo a lo largo de la frontera norte fue sabia y oportuna.
Pero eso es todo.
Obtuvo la aprobación del congreso para la formación de una Guardia Nacional, con un mando militar de facto, que estaría a cargo de “prevenir y combatir el delito” en todo México. Prometió pensiones para los ancianos, becas para los estudiantes de preparatoria, asistencia financiera para las personas con discapacidad y, lo más importante, capacitación y prácticas profesionales pagadas para los casi tres millones de jóvenes mexicanos sin empleo.
AMLO también quiere construir un tren maya en la península de Yucatán, una nueva refinería petrolera en Tabasco —el estado donde nació— y un tren en el istmo, que competiría con el canal de Panamá.