Paul Krugman
¿Por qué la política estadounidense es tan disfuncional? Sin importar cuáles sean las causas más profundas de nuestra angustia, la causa inmediata es el extremismo ideológico: facciones poderosas se aferran a visiones falsas del mundo, a pesar de la evidencia.
Observen que dije facciones, en plural. No hay duda de que los extremistas más alborotadores y peligrosos están en la derecha, pero hay otra facción cuyas obsesiones y negativas a enfrentar la realidad también han hecho muchísimo daño.
Pero no estoy hablando de la izquierda. Los izquierdistas radicales son virtualmente inexistentes en la política estadounidense; ¿pueden pensar en alguna figura destacada que quiera que nos vayamos a la izquierda de, por ejemplo, Dinamarca? No, estoy hablando de centristas fanáticos.
En los últimos días nos han regalado el espectáculo absurdo y probablemente destructivo de Howard Schultz, el multimillonario de Starbucks, insistiendo en que es el presidente que necesitamos a pesar de su ignorancia demostrable en lo que respecta a políticas públicas. Schultz evidentemente piensa que sabe muchas cosas, pero no es así. Sin embargo, sus delirios de conocimiento no son tan especiales. En su mayoría, siguen la doctrina centrista convencional.
En primer lugar, está la obsesión con la deuda pública. Esta obsesión podría haber tenido algún sentido en 2010, cuando algunos temían una crisis al estilo griego, aunque incluso entonces yo podría haberles dicho que esos miedos estaban fuera de lugar. De hecho, lo hice.
No obstante, sea cual fuere el caso, han pasado ocho años desde que Erskine Bowles y Alan Simpson predijeron una crisis fiscal dentro de dos años salvo que se hiciera caso a sus llamados de recortar el gasto y, a pesar de ello, los costos del financiamiento de préstamos en Estados Unidos siguen estando en niveles históricamente bajos. Estos costos de financiamiento bajos significan que los temores de que la deuda crezca de manera descontrolada son infundados; los economistas de la corriente dominante ahora nos dicen que “los riesgos asociados con los altos niveles de deuda son pequeños en comparación con el daño que ocasionaría el recorte al déficit”.
Sin embargo, Schultz todavía declara que la deuda es nuestro mayor problema. No obstante, fiel a las formas centristas, sus preocupaciones deficitarias son extrañamente selectivas. Bowles y Simpson, a quienes se encomendó proponer una solución a los déficits, enumeraron como su primer principio… reducir las tasas fiscales. En efecto, Schultz está totalmente a favor de recortar la Seguridad Social, pero se opone a cualquier aumento de impuestos a los ricos.
The New York Times