Estados Unidos inventó la tributación progresiva. En cierta época, los principales políticos estadounidenses proclamaban con orgullo sus planes de gravar impuestos a los más ricos, no solo por la recaudación en sí, sino para limitar la concentración excesiva del poder económico.
Theodore Roosevelt dijo en 1906: “Es importante combatir los problemas relacionados con las enormes fortunas que se han amasado”, algunas de las cuales, declaró, “han superado los límites saludables”.
En la actualidad, de nuevo nos encontramos en una era de riqueza extraordinaria concentrada en las manos de unas cuantas personas: el valor neto del 0,1 por ciento de los estadounidenses más ricos es casi igual al valor combinado del 90 por ciento de los más pobres. Peor aún, esta concentración de riqueza va en aumento; como sugirió Thomas Piketty en la célebre cita de su libro “Capital in the 21st Century”, parece que nuestro destino es una sociedad dominada por fortunas inmensas, en muchos casos, heredadas.
¿Los políticos actuales podrán enfrentar este reto? Pues bien, Elizabeth Warren dio a conocer una propuesta impresionante para gravar impuestos a quienes poseen una riqueza extrema. Independientemente de que se convierta en la nominada demócrata para la contienda presidencial, es positivo para el partido que un plan tan brillante y atrevido genere opiniones.
La propuesta de Warren contempla un impuesto anual del dos por ciento al valor neto de cada hogar por encima de los 50 millones de dólares, más un uno por ciento adicional al patrimonio que supere los mil millones de dólares. Esta propuesta se divulgó junto con un análisis de Emmanuel Saez y Gabriel Zucman de Berkeley, dos de los expertos en inequidad más destacados del mundo.
Saez y Zucman calculan que este impuesto afectaría solo a un número pequeño de personas muy ricas, alrededor de 75.000 hogares. Sin embargo, como estos hogares son tan ricos, representaría una enorme cantidad para la recaudación, alrededor de 2,75 billones de dólares en la siguiente década.
Que nadie se engañe: se trata de un plan muy radical.
Le pregunté a Saez cuánto recaudaría la proporción de la renta (en vez del patrimonio) que la élite económica paga en impuestos. De acuerdo con las cifras que obtuvo, elevaría la tasa de impuestos promedio para el 0,1 por ciento más rico del 36 al 48 por ciento, y colocaría el promedio de impuestos gravados al 0,01 por ciento más rico en el 57 por ciento. Son números muy altos, aunque son comparables, en general, con las tasas de impuestos promedio de los años cincuenta.