Luis Fernando Valdés
El Papa Francisco reunió a los jóvenes de los cinco continentes en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en la Ciudad de Panamá. Rezó con ellos y también dio unas excelentes lecciones sobre la dimensión social de la fe. Veamos dos de esas enseñanzas.
1. La Iglesia y las cuestiones sociales.
Durante la JMJ, el Papa Francisco se reunió con los obispos de Centro América. Les explicó que las preocupaciones sociales de Mons. Romero no fueron fruto de una mentalidad política, sino brotaron de su amor a la Iglesia y del estudio del Concilio Vaticano II.
Francisco explicó que San Óscar “no fue ideólogo ni ideológico; su actuar nació de una compenetración con los documentos conciliares”, que le ayudaron a contemplar la Iglesia como Pueblo de Dios, y por eso supo “escuchar los latidos de su pueblo, percibir ‘el olor’ de los hombres y mujeres de hoy hasta quedar impregnado de sus alegrías y esperanzas, de sus tristezas y angustias”.
2. La cultura del encuentro.
La segunda lección social, tuvo lugar durante la primera reunión con los jóvenes. Ahí Francisco les explicó que las diferencias culturales, de lenguas y de vestimenta no impidieron que se pudieran encontrar y confesar juntos a Jesucristo, y que por eso se convirtieron en “maestros y artesanos de la cultura del encuentro”.
Y explicó el Papa que la “cultura del encuentro” es la que nos hace “caminar juntos desde nuestras diferencias” pero con un amor. Esta cultura se opone a todos los que se empeñan en excluir o expulsar a los que “no son como nosotros”.
El encuentro se funda en que “el amor verdadero no anula las legítimas diferencias, sino que las armoniza en una unidad superior” (Benedicto XVI, 2006). Por eso, Francisco invitó a los jóvenes a ser “constructores de puentes” y no ser “constructores de muros”.
Epílogo. A pesar de la crisis producida por los escándalos de pedofilia en la Iglesia, la doctrina social católica tiene mucho que aportar a las naciones, porque la semilla del Evangelio contiene tanto un poderoso mensaje de unidad entre los pueblos, como el principio unificador de todas las diferencias sociales: Jesucristo.