Ayer, en muchos hogares del mundo dejaron regalos los Reyes Magos. La forma en que los niños envían sus listas de deseos, los empaques de los juguetes y muchos juguetes terminan siendo una fuente significativa de contaminación. A pesar de los adelantos tecnológicos y el crecimiento de la conciencia por cuidar nuestro planeta, me pregunto: ¿por qué les ha costado tanto trabajo apoyar la ecología?
Por un lado, aplica como cierta la frase de una conocida canción: la costumbre es más fuerte que el amor. Lanzar un globo al cielo puede provocar grandes sentimientos positivos, pero, adicionalmente del riesgo de no llegar a su destinatario, los efectos contaminantes no pueden compensar esta acción. Muchas acciones humanas, a pesar de no cubrir su objetivo, parece que se hacen por simple imitación o vieja costumbre. Por ejemplo, las agencias automotrices que colocan altavoces y contaminan el ambiente con música por fines publicitarios.
Muchas de estas agencias aumentan el volumen quizá para competir por los clientes, prácticamente una frente a otra. Sin embargo, no he encontrado una persona que cambie su decisión de comprar una marca de auto por la cumbia o el rock de su competidor. Mucho menos hay registros de un cliente que, al escuchar esta publicidad, decida que debe ir a comprar un auto o en específico esa marca.
Las acciones positivas se deben fomentar y el bien se propaga sin dañar, o no es algo bueno. Si todos los niños del mundo lanzaran un globo al cielo para solicitar un regalo, el efecto contaminante sería muchas veces mayor que los popotes o las bolsas de supermercado. Entonces ¿cómo ayudar a crear conciencia?
Tristemente, el cambio no podrá ser rápido. Cambiar las costumbres es tardado a menos de que se imponga un costo a esta actividad, ya sea monetario o moral. Mientras tanto, espero que el objetivo de esta tradición se cumpla y que los niños disfruten los juguetes con sus padres. ¿Usted podría ser un Rey Mago ecológico o no puede resistir la costumbre?