Supongamos que son el tipo de conservadores inteligentes dispuestos con renuencia a consentirle a Donald Trump su comportamiento grosero y herejías ideológicas porque les gusta cómo está la economía y valoran el tono fuerte de su política exterior, en particular, en relación con el fundamentalismo islámico.
Estas últimas semanas no han validado precisamente su fe en el hombre, ¿o sí?
Pueden dar seguimiento al desempeño de su cuenta de retiro individual (IRA, por su sigla en inglés) tal como yo puedo hacerlo con la mía, así que no hay necesidad de dilatarnos tomando el camino largo de los mercados (a pesar de las ganancias del miércoles). Mejor vamos a concentrarnos en algo que posiblemente sea tan querido para ustedes como para mí. El presidente ha socavado la seguridad de Israel de manera abrupta tras una llamada telefónica con un autócrata islámico en Turquía. Hasta acá llegó la idea, común entre la derecha, de que este es el Gobierno más a favor de Israel que ha habido.
Escribo esto como alguien que estuvo de acuerdo en que Trump cambiara la Embajada de Estados Unidos en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, y quien alabó su decisión de retirarse del tratado nuclear de Irán por considerarla valiente y correcta.
También me habría opuesto a la decisión del presidente de retirar a las fuerzas estadounidenses de Siria casi bajo cualquier circunstancia. Contrario al mito injusto de que los neoconservadores siempre ponen a Israel primero, los motivos para permanecer en Siria tienen todo que ver con los intereses estadounidenses fundamentales. Entre ellos, mantener a ISIS abatido, preservar la confianza de los kurdos, conservar la ventaja en Siria y evitar que Rusia y Irán consoliden su cerco en el Levante.
Las potencias que mantienen una reputación como aliados confiables y enemigos formidables tienden a mejorar su poder. Las potencias que se comportan como el Estados Unidos de Trump lo han desaprovechado.
Sin embargo, olvídense de eso y consideren la presidencia de Trump desde un punto de vista puramente israelí. ¿Los israelíes están mejor ahora que la embajada estadounidense se encuentra en Jerusalén? No sustancialmente. La estrategia fue básicamente una cuestión de simbolismo, aunque de un tipo atrasado y útil. ¿Los israelíes están más a salvo de Irán ahora que Estados Unidos ya no forma parte del tratado de Irán y las sanciones están de nuevo en vigor? Solo hasta cierto punto. Las sanciones son una herramienta de estrategia, no una estrategia en sí misma.
Lo que más necesita Israel de Estados Unidos es lo que necesitaba desde su nacimiento en 1948: un Estados Unidos comprometido con defender el orden liberal internacional ante los enemigos totalitarios, en lugar de uno que dirija una política exterior puramente transaccional basada en las necesidades del momento o de los caprichos de un presidente.
De ahí se deriva todo lo demás. Significa que Estados Unidos no debería traicionar a las naciones pequeñas –ya se trate de Israel en 1973 o Kuwait en 1990– en aras de ganarse el favor de las más grandes.