Paul Krugman
Es terrible perder algo como la mente, en particular si la mente en cuestión es la del presidente de Estados Unidos. No obstante, creo que necesito tomarme un descanso de ese tema. Así que vamos a hablar sobre algo totalmente distinto, y quizá irrelevante.
Recientemente, me han preguntado en varias entrevistas si el capitalismo ha llegado a un callejón sin salida y necesita cambiarse por otra cosa. Nunca estoy seguro sobre lo que piensan los entrevistadores cuando hacen esa pregunta y sospecho que ellos tampoco. No creo que estén hablando sobre planeación central, que todos consideran que está desacreditada. Tampoco he visto siquiera una propuesta inverosímil de un sistema descentralizado que no dependa de los incentivos de precios y el interés propio: por ejemplo, una economía de mercado con propiedad privada, que muchos considerarían capitalismo.
Así que tal vez esté siendo lerdo o falto de imaginación, pero parece ser que las únicas opciones siguen siendo los mercados o algún tipo de propiedad pública, tal vez con algo de descentralización del control, pero todavía más o menos aquello a lo que solíamos referirnos como socialismo. Todos piensan, ya sea que el socialismo está desacreditado o les ponen esa etiqueta a cosas –como los programas de seguridad social– que no son a lo que solíamos referirnos cuando usábamos esa palabra.
No obstante, me he estado preguntando exactamente qué tan desacreditado está el socialismo en realidad. Es cierto, ahora nadie se imagina que lo que el mundo necesita es la segunda llegada del Gosplán, pero ¿acaso ya determinamos que los mercados son la mejor forma de hacerlo todo? ¿Deberíamos hacerlo todo a través del sector privado? No lo creo. De hecho, hay algunas áreas, como la educación, en las que es evidente que al sector público le va mejor en la mayoría de los casos, y otras, como los servicios médicos, en las que el argumento para recurrir a la empresa privada es muy débil. Sumen esos dos sectores y son bastante grandes.