Estamos a unas horas de la que probablemente sea la tradición más arraigada en nuestra sociedad que son los festejos de la Navidad, que realmente son los festejos por la natividad (nacimiento) de Nuestro Señor Jesucristo. Este hecho que es trascendental para el mundo, marcó el inicio de una nueva era en la historia, además, es un acontecimiento fundamental para entender el gran amor de Dios hacia los hombres.
Hablar de la Navidad en este momento, pareciera hablar solamente de fiestas, de regalos, de gastos, de comercios, de cosas únicamente materiales; pero el sentido de la Navidad debiera ir más allá de estas circunstancias. Veía en días pasados cómo cientos de personas caminaban de un lugar a otro en los centros comerciales comprando y comprando regalos y cosas que en muchas ocasiones solo quedan para un momento y se olvidan.
La Navidad debe ser el momento del reencuentro y del cambio, no debiera ser el momento de las compras. Debe ser el momento de reencuentro con el Dios que dejando toda característica de superioridad se vuelve hombre como nosotros y nace de una mujer en medio de situaciones completamente difíciles, en medio de la pobreza material y en medio de una gran riqueza espiritual de sus padres y de quienes lo reconocieron. El nacimiento de Jesucristo marca ese momento importante de Dios hecho hombre y que viene a salvarnos.
Pero también el nacimiento de Jesucristo marca un cambio, marcó un cambio en la historia, marcó un cambio en la presencia de un Dios cercano a nosotros, marcó un cambio al momento de cumplir su misión salvadora, y marca un cambio en la vida de cada uno de nosotros.
La Navidad debe ser entonces el reencuentro con Dios, aquel Dios que quiso ser hombre como nosotros. Esta fecha también debe ser un momento de cambio, pero un cambio así como lo experimentó la historia del mundo, con un antes y un después, y este último tiene que ser un cambio que nos llene de esperanza, de concordia, de trabajo, de verdad, de libertad y sobretodo de amor a Dios y a nuestros semejantes.
Deseo muy sinceramente a los directivos, trabajadores, colaboradores y lectores del AM una feliz Navidad, en compañía de sus seres queridos, en la esperanza de que el Dios hecho hombres, los siga bendiciendo abundantemente y que experimenten un verdadero cambio en sus vidas. ¡Muchas felicidades!