He aquí un hecho impresionante sobre la Iglesia católica romana en Estados Unidos. La crisis provocada por los abusos sexuales de principios de la década del año 2000, las espantosas revelaciones de depredación que comenzaron en Boston en 2001, no tuvieron un efecto evidente a largo plazo en la práctica de la fe.
Sí, el catolicismo estadounidense ha perdido millones de feligreses bautizados en los últimos 50 años. Sin embargo, ese declive fue más pronunciado en las décadas de los sesenta y los setenta; para el cambio de milenio, las tendencias como ir a misa, casarse y bautizarse se habían estabilizado o estaban en un declive más lento.
Después de los escándalos de 2001, Gallup mostró una caída temporal en la asistencia registrada a misa, seguida de una rápida recuperación. Otros datos no mostraron un efecto claro en la asistencia. Ni las ordenaciones ni las conversiones de adultos disminuyeron drásticamente. Hubo colapsos locales y crisis individuales de fe y la autoridad moral de los obispos se debilitó considerablemente. Sin embargo, como institución, la Iglesia católica romana pareció sobrellevar la tormenta mejor de lo que se podría haber esperado. La creencia católica de que los sacramentos son más importantes que los pecados de los hombres responsables de ofrecerlos se puso a prueba y aparentemente perduró.
La interrogante que se cierne sobre el catolicismo estadounidense en la actualidad, mientras atraviesa por una segunda experiencia de purgatorio con el escándalo, es si en esta ocasión es diferente, si la peculiar mezcla de resiliencia, estancamiento y decadencia de la Iglesia posterior a los setenta puede sobrevivir una segunda agonía.
La pregunta se ha agudizado con el fiasco de la semana pasada en Baltimore, en la Asamblea General de la Conferencia Nacional de Obispos Católicos, donde se suponía que los pastores de la Iglesia estadounidense votarían por una especie de plan para manejar las actividades ilícitas en sus filas. Desafortunadamente, sus intenciones fueron acalladas a última hora por la insistencia del Vaticano en que las medidas de rendición de cuentas se debatan en Roma dentro de algunos meses.