En las elecciones del domingo pasado en Brasil, resultó vencedor el candidato de derecha Jair Bolsonaro, aunque no lo suficiente (le faltó apenas un punto porcentual) para evitar la segunda vuelta electoral el próximo 28 de octubre.
De inmediato, le llovieron acusaciones desde los 4 puntos cardinales, de ser homofóbico, autoritario, retrógrado, machista, racista y hasta cavernario. Bolsonaro ha sido catalogado como el Donald Trump brasileño y de ser representante de la nueva corriente populista denominada derecha alternativa, al estilo de la francesa Marie Le Pen, la alemana Frauke Petry, el húngaro Viktor Orban y el italiano recién electo Matteo Salvini. Los descalificativos se multiplicaron contra Bolsonaro, no por populista, sino por ser de derecha.
Y es que ese movimiento enarbola, como lo hace el candidato brasileño, algunas posturas denominadas conservadoras, como el rechazo a la cultura de género, a los homosexuales, al aborto, así como una férrea defensa de la familia como célula básica para el funcionamiento y futuro de la existencia de la sociedad, algo que en nuestros días se ha vuelto políticamente incorrecto. Bolsonaro, un ex paracaidista, no ha rechazado la globalización, ni defendido posturas nacionalistas a ultranza, como lo hace la derecha alternativa, y sus simpatías para el último régimen militar brasileño son lógicas.
Sin embargo, su desmedida ambición y el creerse casi elegido para salvar a su país, le colocan muy cerca de un Juan Domingo Perón, el populista clásico argentino.
Brasil fue partido en dos por Lula da Silva, actualmente en la cárcel por corrupción, y el desprestigio de su régimen alcanzó tales niveles que el candidato impuesto por Lula sólo pudo obtener 26.3% de los votos, por lo que seguramente habrá de perder la elección de fin de mes.
Brasil requiere de varias cosas: una limpia de toda la podredumbre heredada por la dupla Lula-Dilma, un relanzamiento de la economía y el fortalecimiento de las instituciones. Para ello se requiere mano firme, pero no de alguien que puede demoler la democracia, como se acusa a Bolsonaro.