Hablar de un sacerdote católico en estos momentos es complicado, sobre todo por las situaciones que hemos visto en tiempos recientes y que han llamado la atención en varias partes del mundo, desafortunadamente cada ocasión que sucede algo de noticias de un sacerdote es por alguna situación mala; sin embargo no todos los sacerdotes son malos, incluso yo me atrevería a decir que la inmensa mayoría son personas de bien. Hace unos días falleció en San Juan del Río el Padre Melesio Domínguez Ramírez, un sacerdote de edad avanzada, pero que todavía era párroco de unas de las parroquias con más población en el municipio que es la de Santa Lucia, misma que fue erigida en los años cincuenta del siglo pasado para dividir la antiquísima parroquia del centro de la ciudad. Un sacerdote que era un ejemplo de vida y de atención a los más necesitados espiritual y materialmente.
Conocí al Padre Mele por mi familia ya que era amigo de mi papá, posteriormente lo trate de manera continua en la comunidad de Santa Lucia en donde yo acudía a realizar mis actividades del servicio social y en donde él me recibía amablemente en su casa para invitarme un pequeño “almuerzo” que realmente era una comida digna de una palacio, claro comida típica de los ranchos, pero que no cambiaría por ninguna de algún restaurante.
Junto con él y con el delegado de la comunidad me toco atender a muchas personas que tenían problemas jurídicos y que acudían a su párroco para una orientación, sin embargo más de una ocasión me toco ser testigo de su aprecio hacia las personas de la comunidad y de otras comunidades, como las ayudaba en el sentido espiritual y material y como las escuchaba.
Varias veces vi cómo la gente le llevaba lo poco que tiene pero que a la vez servía para que él lo repartiera entre las personas que tenían pocos recursos. Era muy elocuente en las homilías, no andaba con rodeos, las cosas como eran y como son. Yo creo es de los pocos sacerdotes que he visto que de manera directa decía lo que sucedía en el entorno de la comunidad y buscaba que entre todos se cambiara esa situación.
Por muchos años fue sacerdote que acompaño a los peregrinos que año tras año van de Querétaro hacia el Tepeyac. Era muy común que mientras iba caminando aprovechaba para impartir el sacramento de la reconciliación de manera permanente, haciendo un cambio radical en los que se acercaban.
Con un gran sentido del humor, siempre se le veía con una gran sonrisa y en pocas ocasiones se le vio de mal humor, este sentido del humor lo contagiaba con sus chistes, con sus bromas, y hacia que los momentos con él se disfrutaran de manera especial. Su servicio lo realizó en diversos puntos de la Diócesis de Querétaro, como Amealco, en el barrio de San Francisquito, en Cadereyta, y finalmente como párroco de Santa Lucia aquí en San Juan del Río. Descanse en paz el Padre Mele.