Por lo que respecta a la relación entre la iglesia católica y la tauromaquia, la iglesia adoptó algunos ritos e íconos y por supuesto retoma la imagen del toro. Como ejemplo tenemos que en la biblia existen referencias de este mítico animal como rito “pagano” dentro de un pasaje sobre la adoración del becerro de oro y Moisés.
Posteriormente se le dio un nuevo significado, lo hizo parte del culto y hasta el día de hoy lo vemos aparecer en el tetramorfo de los cuatro evangelistas, el cual consiste en cuatro figuras humanas con cabeza de animal, lo cual podemos apreciar en muchas fachadas de iglesias o en las pechinas de los cruceros en los interiores de las mismas. Así mismo, las profecías de Ezequiel se caracterizan por la riqueza de alegorías, imágenes y acciones simbólicas, y es así como en el Antiguo Testamento el toro aparece en una de sus visiones al lado de un león y un águila.
Con todos los antecedentes míticos y religiosos, rituales, etc., no es de extrañar que la tauromaquia se haya asentado y florecido en la Península Ibérica. Ahí ya existía el famoso rito del toro nupcial y del misacantano que no es otra cosa que el antecedente de las corridas modernas. Esta ceremonia formo parte de la recreación medieval de la historia de los Amantes desde su primera edición y persiste hasta nuestros días como una vieja tradición. Se corren tres toros engordados de los cuales uno trae una corona floral en el testuz que lo distingue de los demás, y en cierto momento se lanza una capa al piso para que se utilice para torearlo, y posteriormente el novio le coloca la capa a la novia para “traspasarle” la fuerza y el poder fecundador del toro. El toro a través del tiempo en España, ha encontrado un gran protagonismo en un sin número de tradiciones y costumbres arcaicas y que lo hace formar parte integral de la cultura de esa sociedad.
Desde siempre, la fiesta brava ha sido un espectáculo polémico. A lo largo de la historia se han tratado de suprimir los festejos taurinos por diferentes medios y también se han promulgado numerosas prohibiciones, tanto por parte de la iglesia como por parte del derecho civil. En el año de 1215 aparece el primer documento escrito que hace referencia a los toros y es precisamente a manera de prohibición. En dicho documento el obispo Geraldo, de la ciudad de Cuellar en Segovia, escribe para comunicar dentro del IV Concilio de Letrán que “ningún clérigo podrá jugar a los dados ni asistir al juego de toros”.