Es común observar carriles confinados para bicicletas que son utilizados pocas veces por los ciclistas. La idea es genial pero el beneficio social no logra compensar el costo. ¿Qué alternativas pueden ayudar para fomentar el uso de la bicicleta sin dilapidar recursos públicos?
En la forma de medir está el ganar. Un programa de vías confinadas que sea financiado con recursos privados pero que el gobierno pague por usuarios que dejen el auto para ir a su trabajo u otras actividades específicas, podría generar mejores resultados. ¿Parece imposible verdad?
El modelo de administración por funciones ha creado inercias negativas como la eficiencia específica. Es decir, estas políticas públicas pueden ganar premios y presumirse internacionalmente por su longitud, diseño, innovación y hasta por el bajo costo respecto de otras en el mundo. Sin embargo, no hay datos contundentes para comparar los resultados esperados como el uso diario y la cantidad de vehículos de motor que eliminó de circulación.
Peor aún, si bajó el número de autos en circulación, no significa que sus usuarios vendieron o cambiaron el automóvil por una bicicleta. Sumado a la sensación de mejor circulación en las avenidas, muchos más se motivan para adquirir autos, dando por resultado un mayor parque vehicular que en ciertos momentos convierte la vialidad en estacionamiento.
Como un supuesto teórico de economista, podría funcionar pagar por persona que deja el auto para realizar cualquiera de los principales usos: viajes casa-trabajo y casa-escuela. Emprendedores sociales podrían crear las condiciones para esta verdadera revolución que va más lejos que una pista confinada, pintada y asfaltada. Crear elementos que permitan una vida posible para estas actividades en zonas pequeñas como barrios, colonias, etc.
El proceso sería lento ya que implica seguridad, mejora en transporte público, mejores precios de viviendas, oferta escolar, teletrabajo, etc. ¿Valdría la pena? o ¿Usted por qué viajaría en bicicleta?