La posibilidad que Colombia se convierta en una segunda Venezuela perdió el primero de un máximo de tres asaltos, pero la posibilidad aún sigue latente, porque el pasado domingo solo se definió como quedó el Congreso para los próximos cuatro años.
La izquierda, representada por Gustavo Petro y apoyada por algunos minúsculos sectores de derecha mostró una fuerza interesante pero no tan grande como la derecha encabezada por Álvaro Uribe (Centro Democrático), German Vargas Lleras (Cambio Radical), y los tradicionales partidos Liberal, Conservador y de la U que se resisten a desaparecer a pesar que un gran caudal de sus filas se ha disgregado.
La diferencia a favor de la derecha radicó en que los indiferentes de otras épocas salieron a votar ante el temor que la izquierda diese un golpe de opinión y resolvieran muy temprano que ellos eran los ganadores de la contienda presidencial del 27 de mayo donde para que se dé un ganador el mismo debe obtener la mitad más uno del total de votos válidos de lo contario los dos candidatos con mayor número de sufragios irán a una segunda vuelta el 17 de junio.
El miedo a que Colombia se convierta en una segunda Venezuela hizo posible que los perezosos de las anteriores jornadas electorales salieran de sus zonas de confort a ejercer uno de los derechos que otorga la democracia como es el voto.
No queremos decir con lo anterior que la derecha pondrá ya el presidente que reemplazará a Juan Manuel Santos pero sí que tiene una buena ventaja porque al dejarse contar Gustavo Petro en la Consulta de inclusión de la paz mostró que su poderío es notorio pero no tanto como se esperaba.
Colombia es así pero podría cambiar muy pronto sí la dirigencia política no aprende la lección y sigue desfalcando el erario público de forma descarada dejando a las clases más necesitadas huérfanas de servicios y no se castiga ejemplarmente a los culpables porque la paciencia del electorado ésta llegando a su límite lo que haría posible un gobierno socialista en cuatro o un máximo de ocho años.