Sabemos que las competencias no son meros saberes teóricos ni se evalúan por el cúmulo de conocimiento que un estudiante pudiera llegar a tener. Son un saber hacer algo, y están emparentadas a las virtudes aristotélicas: saber hacer algo, sí, pero de manera excelente, virtuosa.

Si pensamos en el papel fundamental que juega la universidad, por sí misma y a través de sus egresados, en la gestión de una sociedad más humana y justa, es comprensible situar la atención en los aspectos que la primera debe tomar en cuenta para su óptima realización.

Un primer aspecto es la consideración del sentido humano, es decir, la reflexión crítica sobre este concepto ético que requiere suma atención. La dignidad es su referente ético más próximo. La valoración de la persona humana es una atribución axiológica de la máxima relevancia. El valor correspondiente es la dignidad. La ética kantiana establece el deber ineludible de actuar siempre en observancia de dicho valor. Kant lo formula en términos del respeto que el sujeto moral debe guardar en cada acción, a la humanidad que tiene cada uno en sí mismo y la humanidad que guardan en sí mismo los otros. Es el respeto basado en el puro hecho de lo humano que nos constituye y de las consideraciones biográficas que hacen la diferencia.

Lo primero da lugar al asombro; lo segundo, al reconocimiento, al perdón, a la solidaridad, a los lazos de amistad, de amor, a la palabra, al adiós. La acción cotidiana es expresión del sentido humano cuando está basado en esta ontología. Se podría decir que tomar al sentido humano como el referente ético de la actuación moral es, actuar de manera respetuosa al valor de cada persona. (Qué mundo tan diferente tendríamos si la actuación política, en particular, tuviera realmente como referente moral la dignidad) La mejor política expresa el respeto al valor de la dignidad humana. Martha Nussbaum establece algunas competencias necesarias para estimular el cultivo de la humanidad: la competencia del examen crítico de uno mismo y de las propias tradiciones; la del saberse perteneciente a la humanidad; la llamada imaginación narrativa, próxima a la literatura; la del respeto activo; y la competencia de inclusión.