Hoy es imprescindible recurrir, en los espacios educativos universitarios a todos los recursos disponibles para la importante labor de humanizar a la humanidad. Esta expresión refiere a Martha Nussbaum, quien, en ‘El cultivo de la humanidad’, defiende una educación que aspire no sólo a interesarse en el desarrollo del conocimiento propio de los profesionales y que es esencial en el mundo pragmático de la globalización y economía actual, sino que también se oriente al desarrollo del pensamiento crítico de base socrática (diálogo), la conciencia ciudadana y el pluralismo.
La promoción de la libertad, la igualdad, el diálogo, el respeto activo y la justica no es responsabilidad solo de la política. Obviamente la universidad debe esforzarse por el desarrollo de las competencias disciplinares. Pero la tarea de humanizar requerirá del desarrollo de otras competencias, las así llamadas competencias transversales. No es lo mismo la ingeniería a secas, que la ingeniería con sentido humano. Toda profesión se dignifica si está basada en la dignidad humana y orientada a la gestión de un mundo mejor.
El liderazgo (basado en la ética); el emprendimiento (con sensibilidad y responsabilidad social); la innovación (cuidadosa de los aspectos sustentables); la perspectiva global (respetuosa de la diversidad); la ética y la ciudadanía son competencias que deben desarrollarse en una formación universitaria orientada hacia el más importante objetivo educativo que es la humanización de la humanidad. Kant llamó a este mundo el reino de fines: una sociedad en la que todas las personas se traten a sí mismas con respeto y sin tomarse unas a otras sólo como medios.
Hoy se necesita de una actitud, en el nuevo profesional, que reconozca la dimensión ética y humana de su labor. En términos concretos, es más que necesaria una renovación de la educación en la universidad que lleve a la convicción, en sus egresados, del papel y responsabilidad que llegarán a jugar en la mejora de las condiciones de vida de la sociedad y para el logro de una sociedad más justa; es decir, una en que sea una realidad la dignificación de todos los seres humanos, fruto ideal del cultivo de la humanidad.