La desideologización de los partidos políticos a nivel global, y en consecuencia también en México, es un fenómeno real, ya no solo por los partidos en sí, sino porque las mismas ideologías han mostrado en la historia del siglo XX sus límites para ser la fuente de inspiración de la condición humana y para resolver los problemas sociales y económicos de cada nación y del mundo.
El marxismo o comunismo ha mostrado ser una pesadilla ciudadana interminable. Ejemplo de ello, la fragmentación de la Unión Soviética, más lo que sucede en China o en Cuba, que orillan a su población a migrar a otras naciones para poder ser o el fascismo; o el nacionalismo con efectos devastadores que provocaron millones de pérdidas humanas y la propia democracia, reducida por muchos políticos a una simple lucha de votos para acceder al poder por el poder, sin perspectiva y sin horizonte, que se agrava con lo que sucede en nuestro sistema político; quien gobierna queda enjaulado en el corto plazo.
La humanidad ha demostrado que no tiene memoria. En distintas partes del mundo observamos cómo aparece el riesgo del populismo, líderes como Chávez o Trump que se convierten en dictadores, con las afectaciones que ello trae a la libertad.
El siglo XXI ha generado una sociedad interconectada, así como cuando el invento de la imprenta provocó el final del oscurantismo y el inicio del renacimiento del espíritu humano, de la filosofía, la ciencia y el arte. Hoy con los inventos que facilitan la conexión generalizada entre personas y naciones se debiese pensar en un nuevo renacer social ¿Cómo resolver la exclusión social, la concentración del ingreso en unos cuantos, el terrorismo, la contaminación y la logística energética y del agua?
Tenemos el reto de reflexionar sobre la esencia social y humana ante el punto de inflexión que significa tener un mayor grado de información y conciencia de los problemas. Ante las elecciones desideologizadas de 2018, surge la cuestión: ¿Qué vamos a hacer con nuestra patria? Que gobierne quien gobierne, pero que no pretenda pasar a la historia haciendo un aeropuerto que comprometa las finanzas públicas los próximos 40 años.