Fin de semana taurino especial, ya que tuvimos la oportunidad de presenciar la extraordinaria cantidad de 25 lidias distintas, con ganado procedente de cuatro dehesas distintas y cuatro diversos públicos. Hago la aclaración de que me estoy refiriendo al “publico” asistente en general, no a los aficionados, no a los llamados entendidos, ya que la combinación de falta de bravura y transmisión en el ganado actual, llámese toro artista, con un público entusiasta, pero falto de conocimiento, están dándole a la fiesta de los toros un giro importante en su escencia.
Comencemos con la materia prima, el toro. Tengo que empezar por apuntar lo presentado por los hermanos Gómez el domingo en la México, toros carentes de raza, justos de presencia y fuelle, dignos para una clase de toreo de salón. Lo que presentó Montecristo en Querétaro casi estuvo por el estilo, ganado de dudosa edad y faltos de raza en términos generales. Los de Begoña en Irapuato mostraron mejor presencia y sobre todo algo de raza a la hora de acudir al caballo; en conclusión, transmitían más al tendido y se prestaban para una buena faena, tanto para los de a pie como para los de a caballo. La bravura sin duda la puso Tepeyehualco en la Santa María, cuatro novillos bien presentados que mostraron el sello de la casa.
Ya he comentado sobre la escasez de aficionados, ese personaje tan importante en la fiesta de los toros. En la actualidad, el público asistente en su mayoría acude a ver a un torero y lo más delicado es que no se preocupa por tratar de conocer más sobre tauromaquia, cosa que le permitiría disfrutar más el espectáculo. La novillada en la Santa María fue la que menor número de asistentes registró; sin embargo, fue la que mejor sabor de boca dejó, fue un festejo para “taurinos”, con toreros dispuestos a enfrentarse a toros bravos, haciendo bien las cosas a pesar de su novatez, una ganadería que trae sangre de Piedras Negras y que dejó en alto su hierro.
Considero importante volver al concepto de más bravura y menos nobleza en el ganado y fomentar el desarrollo de aficionados, dos aspectos básicos que han permitido que la tauromaquia haya subsistido por siglos y que tal parece que en estos tiempos ya no tienen el peso específico de antaño.