En el itinerario hacia la abolición global de la pena de muerte, el Papa Francisco ha dado un paso muy grande: ha sugerido que se modifiquen las ambigüedades del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la pena capital.
- Una pesada herencia doctrinal. Es un hecho histórico que durante siglos algunos papas han justificado la ejecución capital, basados en un principio moral: que el derecho a la ‘legítima defensa’ permitiría eliminar a un ‘injusto agresor’. Y con el paso de los siglos, esta postura se incorporó como parte de la Doctrina oficial de la Iglesia, e incluso fue incluida en la primera edición del Catecismo de la Iglesia Católica (1992).
- Los argumentos de Francisco. El Papa argentino ha manifestado el rechazo total a la pena de muerte, por ser una “ofensa a la inviolabilidad de la vida y a la dignidad de la persona humana, que contradice el designio de Dios sobre el hombre y la sociedad y su justicia misericordiosa”.
Francisco rechaza que las doctrinas del ‘injusto agresor’ y la ‘legítima defensa’ se pudieran aplicar a los presos, sin riesgo de tergiversación, porque “cuando se aplica la pena de muerte, se mata a personas no por agresiones actuales, sino por daños cometidos en el pasado”.
Y añadió que tales casos, la pena capital “se aplica, además, a personas cuya capacidad de dañar no es actual, sino que ya ha sido neutralizada, y que se encuentran privadas de su libertad”. (Discurso, 20 mar. 2015)
- Una nueva interpretación del Catecismo. En un reciente encuentro sobre los 25 años del Catecismo, Francisco explicó algunas de sus claves de comprensión, y puso como ejemplo la pena de muerte.
El Papa pidió dejar atrás aquella pasada visión favorable a la pena de muerte, “más legalista que cristiana”, porque hoy día “a nadie se le puede quitar la vida ni la posibilidad de una redención moral y existencial que redunde en favor de la comunidad”. (Discurso, 11 octubre 2017)
Epílogo. Al admitir que los condicionamientos sociales de una época de la historia han prevalecido sobre la auténtica doctrina del Evangelio, Francisco nos impulsa a recuperar en profundidad el auténtico mensaje evangélico de amar y defender la vida desde su concepción hasta su fin natural.