La forma de decir las cosas del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, provoca reacciones irracionales, pero a su vez lógicas, como la que tuvo el contador público Stephen Paddock, el domingo en Las Vegas, cuando asesinó a 59 personas que asistían a un concierto de música country al aire libre en las inmediaciones del hotel casino Mandalay Bay.

Trump habla con odio y manipula a la gente con su nacionalismo enfermizo, que es solo una forma para proyectar la industria bélica de su país.

Según el boletín de la Consumer News and Business Channel (CNBC), las acciones de las compañías de armas estadounidenses registraron un crecimiento tras el tiroteo en Las Vegas.

Las acciones de Sturm Ruger o American Outdoor Brands (antiguo Smith & Wesson) subieron entre 4 y 5 por ciento.

Según los expertos, el crecimiento demuestra una apuesta de los comerciantes por un aumento en la demanda de armas ante un potencial endurecimiento de las regulaciones en la venta, como también podría por el deseo de los consumidores de armarse mejor a raíz de este tiroteo.

‘El pistolero’ Trump es consciente de que la industria de la guerra es la que mejores dividendos produce y por eso busca o compra guerras sin importar el costo en vidas que sus actos puede provocar.

En su ‘locura inteligente’, insulta a los presidentes de Corea del Norte, Kim Jong-un; Rusia, Vladimir Putin, o Irán, Hasán Rouhaní, con el propósito de buscar un conflicto y que de pronto comparten esa idea bélica y encuentran en Trump la excusa para desarrollar una confrontación, lo que expone al mundo al terror de un ataque nuclear con sus terribles consecuencias.

Muy seguramente ellos, los llamados líderes mundiales, tras el lanzamiento del primer ataque se metan en sus refugios nucleares, mientras la humanidad observa impávida cómo el apocalipsis llega sin darle una segunda oportunidad.

Tras lo anterior, queda la reflexión que es el pueblo el único culpable de lo que sucede porque en la mayoría de los casos fueron sus votos los que lo eligieron.