Sergio Arellano
@siarellano5Asesor jurídico de la Notaría Pública no. 29 del Estado de Querétaro y director general del despacho de abogados Arellano y Asociados
El caso de una joven estudiante de la ciudad de Puebla, severamente vulnerada y cobardemente privada de la vida, no resulta algo ajeno para todos nosotros. No es algo nuevo, realmente sucede y puede sucederle a cualquiera. Doloroso, pero cierto. Viernes por la noche, la empresa Cabify brinda un servicio de transporte privado a Mara Castilla, desparece cualquier comunicación con ella y el único rastro que se tiene es un video del chofer llegando a casa de Mara, sin bajarse nadie del auto. Todo indica un secuestro por parte del chofer, hasta que el 15 de septiembre el gobernador de Puebla, Tony Gali, confirma su muerte, arrojando una investigación por parte de la fiscalía en la que se esclarece el delito de homicidio, efectuado con violencia y contando con evidencia de violación.
Para visualizar nuestro panorama respecto a la violencia contra la mujer, como una conducta que atenta contra los principios del Estado, la dignidad de la persona, y últimamente, contra la vida del sexo femenino, o mejor dicho, feminicidio, partimos de que en los últimos cuatro años (2013 a 2015), eran asesinadas siete mujeres diariamente en el país. De acuerdo a datos presentados por el Inegi, el Estado de México es la entidad en donde existe mayor incidencia del delito de homicidio, en específico contra la mujer. En 2015 se registraron 406 casos y representaron en su momento 17 por ciento de los homicidios a nivel nacional. Entre octubre de 2010 y octubre de 2011, aproximadamente 9.8 millones de mujeres fueron agredidas física, sexual o emocionalmente. Las cifras demuestran el fracaso de la gobernabilidad en México y la falta de correspondencia moral del ciudadano. Mara Castilla, desafortunadamente, es un caso más que nos obliga a reflexionar sobre nuestros valores dentro de la sociedad. Salvo excepciones, el Gobierno tendrá responsabilidad por haber conformado una sociedad sin valores; sin embargo, la sociedad misma es quien tiene la encomienda de aprender por sí sola, el significado de respeto. En palabras de la activista social Charlotte Bunch: “La violencia sexual, racial, de género y otras formas de discriminación, no pueden ser erradicadas sin cambiar la cultura”.