Manuel Valdelamar
Hay una hipótesis taurina que dice que un día en el futuro, el toreo terminará en un ‘ballet’ en el que el peligro ya no tendrá cabida.“ José Antonio Luna
El toreo es un espectáculo bizarro y peligroso. A mí me gustan las corridas de toros. No las considero un pasatiempo; bueno, ni siquiera un espectáculo.
Soy de los quienes piensan que a los toros no se va uno a divertir;,,,, la cosa es muy seria.
Por tanto, hay que ir a admirar valor y bravura.
Hay que ir a emocionarse.
Para ello debe estar presente la negra seriedad del toro-toro: trapío, casta, clase y recorrido.
Frente al toro, un torero valiente, con técnica y derrochador de un arte quintaescenciado.
La corrida de toros es una actividad capaz de interesar y conmover.
Tal vez la esencia fundamental que enriquece cada corrida sea el drama que se vive en la arena.
Gracias al juego contrastante entre la luz y la sombra, el color y el riesgo inminente, pues es una cuestión en la que hay presencia del trance entre la vida y la muerte.
Decía José Antonio Luna “hay una hipótesis taurina –¿ o antitaurina?– que dice que un día en el futuro, el toreo terminará en un ‘ballet’ en el que el peligro ya no tendrá cabida.
Eso no pasará mientras exista un torero con ganas de jugarse el pellejo y en el mundo campee un toro bravo”.
Amigos, volteemos al campo bravo, acudamos a convivir con el “rey de la fiesta”.
Hay un concepto que dice: al único que se ama sin conocerlo es a dios.
A la tauromaquia y al toro bravo hay que conocerlos para quererlos.
La crianza del toro bravo es una labor apasionante.
Qué satisfacción provoca verle pasearse majestuoso en la dehesa, un espacio lleno de verdor y ambiente ecológico.
Acompañemos al ganadero de bravo, motivémosle día a día a continuar dando vida a esta raza única.
Que se siga oyendo y fuerte la voz del campo bravo.