Si alguien de quien no somos santo de su devoción se dedica a hacernos la vida imposible, la existencia se convertirá en un verdadero tormento. Sin embargo, ¿qué sucede cuando es un amigo por quien hemos metido las manos al fuego el que nos traiciona? Si la primera situación es más que indeseable, la segunda resultará además amarga y dolorosa.
El prototipo de la acción traicionera quedó eternizado en la agónica pregunta de Julio César al estar siendo apuñalado: “¿Et tu, Brute?” (¿Y tú, Brutus?). El emperador, sorprendido de ver a su amigo y protegido Marcus Brutus entre sus asesinos, moriría instantes después.
Los psicólogos Dennis y Michelle Reina son autores de un libro en el que identifican siete pasos que debemos seguir para reponernos de las graves heridas emocionales que nos acarrea el sentirnos traicionados. La semana pasada abordé los dos primeros: Conviene, en primer término, observar y reconocer por qué pasó lo que pasó y, en segundo lugar, permitir que fluya la emoción (enojo, tristeza), para desahogarnos. Abordo a continuación el tercer paso (buscar y recibir el apoyo de otros) y el cuarto (redimensionar la experiencia). Concluiréel lunes próximo con los tres pasos restantes: 5) tomar responsabilidad de aquello que nos corresponda, 6) perdonar y perdonarse, 7) seguir hacia adelante.
Buscar y recibir apoyo. En esta tercera etapa de la recuperación de sabernos traicionados, recurrimos a otros para sentirnos reconfortados. Es preciso entender que pedir apoyo no es un signo de debilidad, sino de fortaleza, pues gracias a la ayuda de personas cercanas estaremos en condición de entender mejor la naturaleza de nuestro dolor. ¿Cómo pedir ayuda? Estos son ejemplos de cómo hacerlo: “Me gustaría tener más claridad respecto a algo que me está pasando, ¿dispones de algunos minutos para escucharme?”. “Te agradecería si me puedes dar tu punto de vista sobre algo en lo que me siento atorado”.
¿Qué tipo de apoyo podrías recibir? Si recurres a la ayuda de algún colega, bastará con que este “preste oídos” a aquello que vayas a compartirle. Si prefieres mejor hablar con un amigo, podrás pedirle que te comparta su parecer con toda sinceridad. Si quien habrá de apoyarte es tu pareja, dile que lo que necesitas es “una buena sacudida” que te ayude a reaccionar ante tus enojosas circunstancias. Y si se trata de alguien con habilidades de ‘coaching’, mucho mejor aún.
Redimensionar la experiencia. El cuarto paso en el proceso de sanar tras una traiciónconsiste es abordar la coyuntura desde una perspectiva más amplia y que te lleve a crecer. Algunas de las preguntas que podrían ayudarte a reflexionar son: ¿Por qué pasó esto?, ¿hay algo de lo que aún no me he dado cuenta?, ¿qué alternativas tengo para responder positivamente a este reto?, ¿qué lecciones debo de aprender con respecto a lo sucedido?, ¿por qué se ha presentado esta experiencia en este momento de mi vida?
En ocasiones, el dolor que sentimos ante una traición se magnifica porque la sacamos de proporción. Para ubicarnos en la justa medida, comparémonos con otros que la estén pasando peor que nosotros. Si, por ejemplo, te quitaron un proyecto que tú coordinabas, piensa que hay otros que fueron despedidos y en consecuencia se encuentran desempleados. Si un colega tomó crédito por algo que tú hiciste, considera la posibilidad de que tal torpeza de su parte surgiera de la presión que sentía para dar resultados. Dicho de otra manera, es saludable mostrar empatía por quienes te causaron un daño.
Entonces, en vez de empantanarte en el “Fulano me lastimó y no podría perdonarlo”, mejor pregúntate por qué permitiste que esto sucediera. ¿Se habrá debido a que yo andaba tan acelerado que no me di cuenta de las señales de que algo estaba a punto de pasar? ¿Será que de “mírame y no me toques” por otras decepciones en mi vida que nada tienen que ver con ésta? ¿Me hice el “ofendido” en vez de tratar de entender lo que pasó? ¿Reaccioné de manera exagerada por el miedo que sentía amostrarme vulnerable?
Los doctores Reina nos recuerdan que las contrariedades de la vida nos suceden a todos y que suelen llegar en los momentos menos esperados. “No se trata de lo que te haya sucedido o no a ti – comentan – sino de lo que tú decidas hacer al respecto; en ello radica la diferencia”. Si nos enfocamos en lo “mal” que nos va, nos llenaremos de resentimiento. Si, en cambio, nos concentramos en aquello que podemos aprender de las contrariedades, nos resultará más fácil salir adelante.
(*) Doctor en Comunicación por la Universidad de Ohio y Máster en Periodismo por la Universidad de Iowa
