Esta semana vamos a poner a la Mente Digital a pensar en algunos temas que viví durante los últimos días y que me han hecho reflexionar sobre el momento en que nos ha tocado vivir, las circunstancias que nos rodean, lo que podemos y lo que debemos de hacer para ser elementos proactivos en los distintos escenarios y roles que nos toque jugar.
El jueves 15 de septiembre por la mañana vi una escena que contrastaba mucho con la decoración y toda la iluminación que nos pone en ambiente para vivir el día cívico más importante del año: el día del Grito de la Independencia. Esta escena hizo coincidir la algarabía y la emoción por llegar a esta fiesta nacional, con otra fiesta de tradición y de fe: la fiesta de la Santa Cruz.
En nuestra ciudad de Querétaro es bien conocida la arraigada tradición de las ceremonias que los distintos grupos de Concheros hacen a la Santa Cruz, precisamente en el atrio del templo de la Cruz, ubicado en el Centro Histórico de nuestra ciudad. Vemos a miles de personas participando activamente, ya sea en sus rituales y danzas, en la convivencia con todos los que asistimos a la zona del barrio de la Cruz, a turistas, a niños, jóvenes y adultos mayores; todos con una sonrisa y viendo con asombro y gusto las danzas y escuchando con agrado la música que acompaña estos rituales.
Esta tradición es bien conocida; sin embargo, ese mismo jueves 15, día de la Virgen de Dolores, me tocó presenciar otra escena que no había visto: subiendo por la calle de Zaragoza y dando vuelta en la esquina de la calle Manuel Acuña, muchas personas iban hincadas avanzando hacia el templo de la Cruz. Esta escena me impactó, ya que entre los peregrinos arrodillados, avanzando con trabajos y seguramente con dolor, hacia el templo de la Cruz, seguramente ofreciendo este esfuerzo y sacrificio a la Virgen de Dolores, había una gran variedad de personas: señoras jóvenes cargando a su hijo, mientras que su otro hijo, un poquito mayor, iba acomodando unos cartones o cobijas para que no fuera tan doloroso el ir avanzando arrodillado sobre el pavimento. Señores cargando una cruz, arrodillados y avanzando con dificultad; jóvenes, adultos mayores, niños; en fin, muchas personas haciendo su peregrinación y sacrificio de subir a rodillas la avenida Zaragoza, con el objetivo de pedir alguna gracia a la Virgen, o quizás de suplicar el perdón por ellos mismos o por algún amigo o familiar que saben que lo necesita, y otros más, para agradecer y mostrar la gratitud a Dios y a su Madre, por algún favor recibido, o simplemente por la vida y los dones que les han concedido.
Esta Fe, aunada a la tradición que encontrarían a pocos metros de donde iban haciendo su peregrinación a rodillas, y la coincidencia con el día del Grito de la Independencia, me hicieron pensar en qué importante es para mí el poder tener el soporte de un arraigo familiar, el haber contado con el ejemplo y la educación de mis padres; el saberme apreciado y querido por mis familiares y amigos y, además, el estar consciente de la responsabilidad que todo esto implica, ya que, guardarlo para mí, sin emprender mi personal peregrinación para dar gracias, o para pedir fuerzas y perdón por mis omisiones, dejaría que todo esto, no trascediera, y no pusiera manos a la obra, cómo todos los concheros, los peregrinos arrodillados, y tantas muestras de Fe y Tradición que podemos encontrar día a día.
Carlos Alberto Contró V., es Socio Director de Comunicaciones y Marketing Digital
