En esta semana pasada, estaba escuchando junto con mis padres una grabación de Radio UAQ, que son grabaciones del maestro José Guadalupe Ramírez Álvarez, y que fueron programas realizados en los años ochentas del siglo pasado donde el maestro Ramírez hablaba sobre varios aspectos de la historia de Querétaro, por algo se le nombro cronista del estado, cargo que ahora ocupa el Dr. Andrés Garrido del Toral a la vez que es cronista de la ciudad de Santiago de Querétaro – por cierto, en nuestra ciudad de San Juan del Río no tenemos cronista nombrado por el Ayuntamiento, ojala pronto termine esa ausencia tan importante del responsable de la historia de nuestra ciudad- pero regresando a lo que comentaba, las grabaciones nos hicieron recordar a mis padres y a su servidor muchas cosas que han pasado y que ahora parecen cosas de otra época.
Recordaba entonces que en el mes de mayo, mucha de nuestra actividad se desarrollaba en varias situaciones, tanto educativas como religiosas, algunas que se conservan y otras por completo olvidadas.
Cada año, en este mes los festivales del Día de la Madre eran, a veces, los más esperados, sobre todo por lo que se hacía en las escuelas. Aún recuerdo como a los que estudiábamos en escuelas privadas, y en mi caso en una escuela católica, nuestras maestras nos ponían desde con tiempo a trabajar para hacer el regalo de nuestra mamá y así sin importar si eras hombre, nos ponían a realizar labores como el utilizar telas, hilos, agujas, y por ende, a coser manteles o toallas o bolsas y después de un determinado tiempo era lo que trabajamos todo el grupo.
El día del festival de las mamás en el colegio se realizaba, por lo general, en las tardes y posteriormente los salones se convertían en grandes exhibidores de todo lo que habíamos trabajado; a veces era impresionante como se arreglaban estos lugares utilizando las bancas de nosotros mismos o colgando desde los techos los grandes tejidos que se habían hecho, para posteriormente recogerlos y entregarlos como regalos a nuestras madres. Algo que se ha perdido mucho en la educación básica y ahora se conforman los alumnos con regalar un ramo de flores a sus mamás y dejan a un lado la enseñanza que se daba.
Otro momento importante en el mes de mayo era lo que sucedía en nuestros templos, el rezo todo el mes del santo rosario y el ofrecimiento de flores a la Virgen María, una tradición que parece desaparecer. Aun recuerdo como éramos muchísimos niños que nuestros padres nos llevaban casi diario a rezar a las siete de la noche en el templo parroquial y entre cada misterio nos acercábamos al altar a ofrecer flores a la Virgen, y al terminar entregábamos nuestras flores a unas señoritas de la Congregación de Hijas de María, quienes en ciertos momentos, sobre todo el día 31 de mayo, nos regalaban una bolsita llena de dulces, y que significaba la recompensa de haber acudido a rezar todos los días el rosario.
Aún recuerdo como el templo parroquial permanecía lleno, por completo, y como el día 12 de mayo y el día 31 del mismo mes, el entonces párroco salía y exponía al Santísimo Sacramento y rezaba el rosario. Al final se salía en procesión por el atrio parroquial y se daba la bendición solemne; eran unas ceremonias hermosas, donde muchísimos feligreses participábamos de manera permanente y constante. Esto permaneció hasta cerca del año 2002 o 2003 y luego ha venido al olvido. Ahora vemos que muy pocos niños realizan esta tradición; muchas personas pasan desapercibida esta gran devoción de los sanjuanenses, incluso la propia autoridad eclesiástica pasa desapercibida estos momentos y yo, desde hace mucho tiempo, no veo a un señor cura rezar junto con el pueblo el Santo Rosario. Una lástima que se pierdan estas tradiciones tan propias de los pueblos y que tanto ayudaban a la convivencia y a la participación social.
Esperemos que algún día se recuperen algunas tradiciones y no nos quedemos en las narraciones o en las grabaciones de lo que fue y mejor que viviéramos estas formas que identificaban a San Juan del Río.