Cuando en el trienio de Jesús Rodríguez al frente de la Presidencia Municipal de la capital queretana se decidió revivir el antiguo nombre de la ciudad: Santiago de Querétaro, no hubo demasiadas muestras de inconformidad. Apenas algunas críticas, sobre todo por la connotación religiosa del primer y retomado nombre, que poca mella hicieron en el ánimo de una mayoría de queretanos conservadores.
Pero lo que sí provocó, creo, fue una confusión sobre sus dimensiones territoriales, pues el municipio siguió llamándose simplemente Querétaro, y los límites de la centenaria ciudad no son del todo claros para sus habitantes, sobre todo tomando en cuenta que muchísimos de ellos, y cada vez más, provienen de otros puntos del país.
Así, un habitante de Lomas de Casa Blanca, o de Jurica, por dar dos ejemplos opuestos, tenían la idea de que vivían en Santiago de Querétaro, aunque ello no fuera precisamente cierto, pues la ciudad que así se llama, desde mi punto de vista, abarca tan solo lo que podríamos definir como el Centro Histórico de la ciudad, ese al que muchos llaman erróneamente ‘colonia Centro’.
Pero el tema del nombre de nuestra ciudad no ha tenido hasta ahora, por fortuna, mayor contratiempo que soportar, más allá de las confusiones que no derivan en repercusiones legales, a diferencia de lo que puede pasar con el hasta la semana anterior llamado Distrito Federal, hoy reluciente Ciudad de México. Ahí sí se trata de una transformación legal que convierte a la capital del país en un Estado más de la Nación.
Es curioso ver cómo los nacidos en la hoy Ciudad de México se reconocen a sí mismo como defeños, y se refieren a la capital nacional simplemente como ‘D.F.’, términos que, desde hace unos días, han dejado de ser correctos.
Independientemente de lo que la transformación conlleve en muy diversos órdenes, resultará interesante el ver lo que pasará con esa forma de asumirse de quienes nacieron y vivieron en el viejo Distrito Federal. Parece intrascendente, pero influirá, más que cualquier otra cosa, en los ‘defeños’.
Ya lo veremos de cerca, pues aquí, en esta ciudad de tierra adentro llamada Santiago de Querétaro, mucho tenemos que vivir, codo a codo, con ellos.