Al encontrarme frente a la computadora, en esta ocasión no sabía que escribir, sobre todo porque hay muchos temas que tocar y muchas situaciones que están pasando a nuestro alrededor que bien mereciera hacer un comentario, sin embargo y sin querer utilizar este espacio para situaciones particulares, me llama la atención lo que sucedió este viernes 13 en la ciudad luz, en París, la emblemática ciudad capital francesa.

Para los que hemos tenido la oportunidad de estar en esa ciudad, es probablemente, una de las mejores experiencias de la vida, toda la ciudad es belleza, es historia, es tradición, son acontecimientos, etc., etc.; aun recuerdo haber caminado de la Plaza de la Concordia al Arco del Triunfo y haber caminado por horas en los Campos Elíseos, que es de las avenidas más hermosas del mundo.

Sin embargo, veíamos a través de los medios de comunicación lo que sucedía este pasado viernes, donde un grupo de terroristas hacían estallar bombas, secuestraban a personas y privaban de la vida a muchas otras. La imagen de la ciudad luz, se transformó en la imagen del miedo, de la zozobra, de la angustia. Es una imagen que desafortunadamente no solo la vemos en París,  es la imagen que estamos viendo en varias partes del mundo, y que pareciera ser en algunos casos que ya pasa desapercibida.

Cuestiones de creencias, de pensamientos, de religión, no debieran ser motivo de acciones que dañen a la sociedad y que dañen a la paz mundial; no debieran ser ocasión de afectar a nuestros prójimos; no deben utilizarse escusas para dañar a las familias y a los más débiles, aquellos que no tienen forma de defenderse o de simplemente estar en una mejor situación.

¡Qué mal se hace cuando actuamos en nombre de ideologías!, ¡Qué mal se hace cuando nuestros pensamientos los queremos imponer a los demás!, ¡Qué mal hacemos a no valorar la vida del prójimo!

Y lo que hemos visto que sucedió en París, la hermosa París, la ciudad luz, la ciudad del rio Sena, de la torre Eiffel, del Arco del Triunfo, y de la Gioconda, lo que sucedió en esta ciudad ha pasado y sigue pasando también en nuestra Patria. Los asesinatos, los desaparecidos, todos aquellos sucesos que nos han dejado en un estado de incertidumbre y de temor, también suceden cerca de nosotros.

Pero aún mas, nos encontramos con el desprecio de los que no piensan igual que nosotros, nos encontramos con la falta de unión de los mexicanos para salir delante de los problemas, nos encontramos en el desinterés, la envida, el egoísmo de muchos mexicanos. Eso es lo que en parte produce mucho de estos actos y situaciones, aunado a una mala actuación en muchas ocasiones del Estado.

Creo que estos acontecimientos, en el lugar que pasen desapercibidos o como una situación en un país extranjero, deben motivar la reflexión de cada uno de nosotros, deben de motivar un cambio en la sociedad, deben hacernos más participativos de lo que sucede en nuestro entorno, de lo que se tiene que trabajar, de lo que se tiene que hacer en conjunto y en equipo. Es necesario que nosotros seamos más responsables de lo que tenemos que hacer como parte de una sociedad que a todos nos necesita, y que es indudable que si se tiene que exigir el cuidado del Estado o la protección de nuestros derechos, lo tenemos que hacer, pero no podemos dejar que las cosas pasen.

Es una pena que a veces la sociedad, nosotros mismos, actuemos por colores, por pensamientos y por ideologías, que lo único que traen son divisiones, egoísmos, y en ocasiones situaciones lamentables como las que estamos viviendo.

Esta es una pequeña reflexión que hago por los hechos que han sucedido y que, como muchos otros, nos llaman a ver el sentido de nuestra vida y de lo que podemos hacer. Nuestras ciudades, nuestros pueblos, tienen que progresar y no estar hundidos en la incertidumbre o en el temor; tenemos mucho por hacer como sociedad y mucho que buscar para beneficio de las actuales y de las futuras generaciones. Todo en la vida vale la pena, todo tiene un sentido, no hay que desaprovecharlo, París bien vale una misa.