Si bien todos pensamos, sentimos y hacemos, casi siempre nos sentimos más cómodos en alguna de las tres manifestaciones del ser. Los que son de buen corazón valoran más los sentimientos y menos el hacer o el pensar.
Quienes habitan en el mundo de las ideas, descuidan el sentir o el actuar. Y aquellos con sentido práctico son poco propensos al idealismo o los sentimientos.
¿De los tres grupos anteriores, en cuál crees que encajarías mejor? Para ayudarte a responder, te pido que leas los siguientes perfiles, descritos por Alejandro Fiol y Merixtell Obiols en su libro ‘Coaching para todos: Herramientas para el cambio personal y profesional’, (2013).
LOS ENFOCADOS AL HACER. Son personas activas y están en constante movimiento. Miden el éxito en términos materiales, por lo que se precian de hablar de aquello que poseen y de sus logros personales.
Su capacidad de trabajo es intensa y se empeñan en llegar a las metas fijadas. Se distinguen por su disciplina, constancia y esmero por hacer las cosas bien. La frase ‘Nadie me ha regalado nada, todos lo que he logrado es fruto de mi esfuerzo’ es una de sus favoritas.
Tienen los pies bien puestos sobre la tierra y se dejan llevar por la frustración y la rabia cuando no consiguen el resultado deseado. Asimismo, buscan estar en control y suelen tildar a las personas emotivas y sensibles como ‘poco realistas y prácticas’.
Para desarrollarse a plenitud deben aprender a hacerse responsables de sus acciones, en vez de hacer berrinches o pataleos cuando las cosas no salen como ellos quieren. Cuando se preocupan por superarse en la vida se vuelven conscientes de su poder y aprenden a usarlo con efectividad y prudencia.
LOS ENFOCADOS AL SENTIR. Son particularmente aptos para escuchar, por lo que en sus conversaciones se aseguran de cuidar la forma y el tono en el que dicen las cosas. Las relaciones sociales les son particularmente valiosas y son dados a expresar cariño y afecto para hacerle ver a sus seres cercanos lo importante que estos les resultan. Aunque no lo admitirían fácilmente, buscan la aprobación de quienes les rodean y cuando no logran tenerla, llegan a caer fácilmente en la tristeza.
Quienes no se identifican con ellos los acusan de “tener corazón de pollo”, por lo que aprenden a evitar mostrarse tan abiertamente como personas emocionalmente vulnerable. En este caso fingen ser duros, para sobrevivir los embates de la vida.
Puesto que valoran los sentimientos ante todo, es menester que aprendan a hacerse responsables de los mismos. Cuando se empeñan en su superación personal, se dan cuenta de que el amor mueve montañas y se dedican a luchar con ahínco en pro de causas sociales y humanitarias.
LOS ENFOCADOS A PENSAR. Tienden a hablar de manera teórica, distante y solemne y los motiva enormemente comunicar sus ideas. Por lo anterior, tienden a ver la realidad en términos de lo que les resulta lógico o ilógico y a dividir a las personas en competentes o incompetentes.
No son buenos para recibir críticas, pues les cuesta trabajo reconocer que tal vez podrían estar equivocados. Dado que se empeñan en ‘vivir dentro de su cabeza’, es frecuente que sientan que el resto del mundo no los entiende ni comprende. También son propensos a dejarse llevar por el miedo, pues en el fondo se sienten vulnerables e inseguros por la desconexión con sus sentimientos.
No resulta raro escucharlos decir ‘Ya veo’ cuando algo les hace sentido y su lema es ‘ver para creer’. Cuando se desarrollan a plenitud como personas, ascienden a elevados niveles de sabiduría y su entendimiento trascendente del mundo les permite expandir su conciencia.
Raúl González Pinto
Doctor en Comunicación por la Universidad de Ohio y Máster en Periodismo por la Universidad de Iowa.
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