El día de ayer 19 de septiembre, se cumplió treinta años de los terremotos que dañaron la Ciudad de México y otros lugares de la República Mexicana, siendo este acontecimiento uno de los más devastadores que han afectado nuestro México.
Muchos recuerdos, muchos sentimientos, muchos testimonios, se reviven cada 19 de septiembre, y es que México no volvió a ser el mismo desde esa ocasión, México cambio por un hecho natural que movió a todos a preocuparse por aquel que estaba sufriendo y que estaba en el dolor.
El terremoto del día 19 de septiembre con una intensidad de 8.1 grados en la escala Mw, y una duración de 2 minutos, alcanzo a la Ciudad de México a las 7:19 de la mañana, habiendo comenzado en el Océano Pacífico, frente a la costa de Michoacán, muy cerca del Puerto de Lázaro Cárdenas a las 7:17 de la mañana. Fue un sismo trepidatorio y oscilatorio a la vez y registro una profundidad de 15.0 kilómetros bajo la corteza terrestre. Se dice que dicho movimiento fue equivalente a 114 bombas atómicas de 20 kilotones cada una.
Al día siguiente, 20 de septiembre, una réplica de magnitud 7.5 Mw se registro a las 19:37 horas, ocasionando más daños a los ya ocasionados en el día anterior.
El hecho histórico, ahí queda, pero el recuerdo permanece. A mi generación, muy chicos todavía, nos toco vivir esto desde la provincia, desde nuestras pequeñas – todavía- ciudades. San Juan del Río, en el caso del que esto escribe, era una pequeña ciudad, que no se compara nada con lo que ahora es. El Centro Histórico era propiamente lo que existía solamente y algunas pequeñas colonias habían empezado a crecer, lo que se conoce ahora como la “zona oriente” no existía.
Ese día 19 de septiembre, en San Juan del Río, nos amanecimos con la noticia de que había entrada un camión de transporte por la Avenida Panamericana y se había quedado sin frenos, chocando contra postes de energía eléctrica, provocando la pérdida del servicio en una gran parte de la ciudad, sin embargo lo que todo mundo comentaba era que había temblado y se había sentido, situación que no es común en la ciudad. En mi casa una vitrina había resentido el temblor y parte de los vidrios habían caído. Por un momento pensábamos que se había vencido uno de los soportes, pero no había sido así, fue consecuencia del movimiento del terremoto que estaba pasando.
Ese día en el colegio el comentario fue que había temblado en la Ciudad de México, no había redes sociales, no había internet, los pocos lugares donde había energía eléctrica en la ciudad eran los que comentaban lo que había pasado, pero solo lo que se escuchaba en la radio, ya que la señal de la televisión había caído también, se veía solamente Imevisión en su canal 13 y ningún canal de Televisa. No había televisión por cable ni nada que se le pareciera. Así las cosas, todavía recuerdo que saliendo de clases la ciudad estaba paralizada, en primero por el accidente que aquí mismo había pasado y por la información del Terremoto. Llegue a mi casa y lo único que hice fue escuchar el radio que tenía mi mamá y seguir lo que decía. Aún recuerdo como los comentaristas solicitaban ayuda en varios lugares y en ciertos momentos pasaban una lista enorme de personas que se buscaban y que se pedía su ayuda para encontrarlas.
La energía eléctrica se restableció cerca de las cinco de la tarde, y a esa misma hora comenzó la trasmisión de Televisa en sus canales 2 y 5, que eran los que se veían en esta ciudad, y comenzamos a ver lo que sucedió en la Ciudad de México; fue una noche en donde las familias nos quedamos en casa siguiendo la televisión y estando al pendiente de lo que pasaba. Yo me imaginaba lo peor, desde muy pequeño conocía la Ciudad de México y al escuchar los lugares afectados, yo recordaba que los conocía. Y realmente fueron los lugares más afectados.
Al día siguiente, el comentario fue el mismo, el terremoto, ese día acompañe a mi papá a su trabajo en la antigua Botica de Jesús, caminábamos por la calle de Hidalgo cuando fue el segundo terremoto, replica del primero, solo recuerdo como un poste de energía se movía un poco, pero fuera de lo común. Seguimos caminando y al llegar en la televisión que estaban viendo comentaba don Pedro Ferriz que acababa de temblar. Tremendo susto, pero ese es mi recuerdo de los terremotos de 1985.
Hoy a treinta años de distancia, el recuerdo permanente de estos acontecimientos, nos lleva a estar preparados ante cualquier contingencia, nos lleva a tener una cultura de la protección, pero también a ser solidarios en cualquier comento con aquellos que sufren en momentos de desgracia. Nuestro recuerdo permanente para todos aquellos mexicanos que fallecieron y para todos los que sufrieron el dolor por estos acontecimientos, en donde nació la solidaridad de la sociedad en México.
Por: Francisco Pájaro Anaya
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