Como bien sabemos, en México se ha manejado durante mucho tiempo, que la clase media es predominante, al calificar como clase media a un buen número de familias, haciendo una evaluación en función del ingreso económico y de las condiciones de vida, incluida la zona en la que se vive. Sin embargo, como parte de la modernidad y cambios de la economía nacional e internacional, esto se ha modificado de forma muy consistente, de tal forma que hoy nos preguntamos si ¿México actualmente es o no un país de clase media?, en donde, según el INEGI, desde hace un par de años, ha comenzado a suscitarse un debate con este cuestionamiento; algunos argumentos se basan en los porcentajes de población con acceso a bienes de consumo durables, tales como los electrodomésticos y los de contenido tecnológico (telefonía celular); otras mediciones basadas sólo en criterios económicos, establecen algún rango más o menos arbitrario alrededor de la mediana de los ingresos per cápita (mediciones relativas) o también, a partir de criterios diversos y estudios empíricos, establecen una cota mínima y una cota máxima de ingresos corrientes que definirían el espectro económico en el que cabría ubicar, a juicio del analista, a las clases medias del país.
El INEGI no prejuzga qué significa ser clase media, sino que deja que los datos hablen lo más posible. En otras palabras, usando una batería de 7 indicadores cualitativos y de hábitos de gasto, se ubicaron mediante modelos comparados, grandes estratificaciones poblacionales. Entre los indicadores hay cosas como el gasto per cápita, en consumo de alimentos y bebidas fuera de la vivienda; gastos en cuidados personales; gastos en educación cultura y recreación, gastos en regalos otorgados a otros hogares, pago de tenencia y pago a tarjetas de crédito. A partir de estos criterios se encontró una estructura social particular dividida en siete estratos.
A partir de esos siete estratos, finalmente, el INEGI notó ‘cambios de magnitud significativos’ en otros factores que no habían sido considerados originalmente y que dividían a los distintos estratos en tres grandes grupos (clase alta, clase media y clase baja).Estas segundas variables en las que hay “cambios de magnitud significativos” son interesantes porque comienzan a subrayar las pistas de lo que distingue a la clase media de la clase baja (y de la alta), cosas que podrían ser cruciales para entender cómo funciona la movilidad entre estratos sociales. Los resultados obtenidos al término de la primera década del siglo XXI muestran que en 42.4 por ciento de los hogares en donde vive 39.2 por ciento de la población total del país son de clase media. Por su parte 2.5 por ciento de los hogares son de clase alta viviendo en ellos 1.7 por ciento de la población del país, mientras que en el otro lado del espectro social se tiene al 55.1 por ciento de los hogares donde desarrolla su vida 59.1 por ciento de la población mexicana. Es importante precisar que clase social baja no es sinónimo de pobreza en este estudio. No necesariamente todos los miembros de clase baja son pobres en el sentido de que caigan debajo de un umbral normativo de ingresos y de acceso a bienes y servicios públicos que les impida ejercer sus capacidades básicas como miembros de la colectividad nacional. Intuitivamente se puede entender que del mismo modo que hay individuos marginados de los mercados de trabajo así como trabajadores depauperados hay asimismo familias trabajadoras, no pobres, vinculadas a los mecanismos de seguridad social, protección al trabajo y acceso a los bienes públicos y cuyos miembros están en posición de ejercer sus facultades ciudadanas. Una de las conclusiones que se desprenden del estudio exploratorio es que la pobreza más que constituir una clase social en sí misma es una condición que puede presentarse con mayor probabilidad para un segmento que corresponde al 55.1 por ciento de los hogares y 59.1 por ciento de la población del país. Esta información aquí expresada es literalmente expuesta por el INEGI, para los que vivimos en Querétaro, esto resulta muy ilustrativo ya que aunado a esto, recientemente los medios de comunicación expusieron los resultados de un estudio realizado por la consultora Mercer, respecto a las ciudades más caras para vivir en México, a ciudad de Los Cabos en Baja California Sur, fue calificada como la ciudad más cara de México seguida muy de cerca por Monterrey, Nuevo León y en tercer lugar se ubicó Cancún en Quintana Roo, de acuerdo con la encuesta anual Costo de Vida Nacional 2012-2013. El estudio de Mercer abarca 42 localidades de la República y compara los costos de un total de 182 productos y servicios, agrupados en 9 áreas: vivienda, alimentos; transporte; educación; entretenimiento; vestido y calzado; cuidado personal; aparatos y accesorios domésticos; y salud. En el conteo se ubican también Querétaro, el Distrito Federal y Guadalajara, Jalisco. El rubro que más impacto representó es el de vivienda, ya que es el que más impacta en el ingreso de las personas pues el 22.5 por ciento es destinado para cubrir renta, costo de electricidad, teléfono local fijo, gas y servicio doméstico, entre otros. De esto concluimos que el estatus económico de nuestro estado, se mueve justamente en el estrato de clase media, lo cual nos habla de que de igual forma la calidad de vida es muy buena para las familias que aquí residen, sin dejar de estar conscientes que existen áreas de oportunidad que deben ser con precisión atendidas.
Seguimos creciendo y con ello también las oportunidades, sin dejar de tener claro que todos estos indicadores nos llevan a cristalizar que las brechas sociales cada vez son mayores, sin embargo, Querétaro sigue siendo un referente nacional ya que su crecimiento ha sido mayor al doce por ciento, en comparación con China que fue de un siete por ciento; sigamos fortaleciendo la economía de nuestro Estado y buscando generar que la economía de nuestro Estado siga creciendo.
Por: Alejandra González Tostado