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Trueques en Colón culminan en mural y clases de pintura

El resultado del trabajo de la pintora puede apreciarse en la fachada del Rancho Flor de Alfalfa. / Foto: Yarhim Jiménez
El resultado del trabajo de la pintora puede apreciarse en la fachada del Rancho Flor de Alfalfa. / Foto: Yarhim Jiménez

Angie Urquiza pinta mural enseña a alumnos y a cambio recibe productos lácteos y materiales Texto: Yarhim Jiménez y Carlos Uriegas  / Fotos: Yarhim Jiménez Con la pintura y la sensibilidad para plasmar emociones, Angélica Urquiza expresó en un mural en Colón su visión artística la cual fue recompensada con un trueque de materiales de … Leer más

Angie Urquiza pinta mural enseña a alumnos y a cambio recibe productos lácteos y materiales

Texto: Yarhim Jiménez y Carlos Uriegas  / Fotos: Yarhim Jiménez

Con la pintura y la sensibilidad para plasmar emociones, Angélica Urquiza expresó en un mural en Colón su visión artística la cual fue recompensada con un trueque de materiales de productos lácteos y con niños de la comunidad que se han convertido en sus alumnos.

Angie siempre ligada al dibujo, desde pequeña descubrió que era artista plástica y un viaje turístico a Colón le permitió encontrar trabajo, plasmarlo en el Rancho Flor de Alfalfa y con la gran recompensa de poder enseñar a pintar y dibujar a pequeños de la comunidad de Nuevo Progreso en el municipio de Colón.

“Llegué de Querétaro a Colón y vi en un rancho un mural y propuse modificarlo, sugerí otro diseño al rancho, me lo aceptaron y lo pinté a cambio de productos lácteos que han servido para que mi papá empiece un negocio en el que vende productos a base de kéfir, bebibles y quesos. Ir y venir de Querétaro a Colón se complicó, por lo que busqué un cuarto para rentar en Colón. Me enfoqué en el proyecto, pero ya aquí me comencé a involucrar con la comunidad y la gente del lugar, y al hacer un trabajo en un salón de fiestas me empezaron a recomendar en la comunidad del Lindero”, comparte la artista plástica.

La carencia de muebles de cocina en el espacio donde vivía la llevó a buscar algún lugar que le vendieran madera, encontró el material y mucho más.

“Donde llegué a vivir no había muebles en la cocina por lo que me puse a buscar y conocí a una señora que tenía maderas para poder hacer una cocina en donde vivía, por lo que me sugirió que le diera clases de pintura a uno de sus hijos y una de sus nietas a cambio de las tablas, con otro caso de trueque. Empezaron esos dos niños, y como les daba clases afuera de la casa los vecinos veían y se interesaban las mamás por meter a sus hijos a que tomaran clases”, recuerda Angélica, quien dijo que ya se juntaron ocho niños para tomar las clases, incluso empezaron a esforzare para poder vender sus dibujos los domingos en la plaza del pueblo.

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La pandemia vino a complicar la vida de los niños

“Al ayudarlos me di cuenta de que los niños estaban solos por la pandemia, no se estaban relacionando. Es un problema para las mamás, ya que trabajan, los papás salen y no hay quien cuide de ellos. Las clases de pintura los entretienen, los divierten, aprenden y pueden relacionarse con sus amigos”, destaca la queretana quien nombró al proyecto como “Manitas Colonenses”.

Los niños pintan en tejas, en bolsas. “En dos clases acabamos una bolsa o teja para recuperar algo de lo que se necesita de material. Se gasta un dinero, pero ves que le echan ganas y le ayudas a venderlo los domingos en la plaza del pueblo. Es un proyecto que los niños disfrutan, para que vean que pueden tener una forma distinta de ver el mundo, el arte como un camino para meterse en ellos, desarrollar sus gusto, crecer como personas y alejarse en un futuro de posibles adicciones, sólo quiero que ellos brillen”, expresa Angie al presentar a Alexandra, José Eduardo, Citlali, Ruth y Erik quienes toman los viernes sus clase de pintura.

La joven queretana además de su sensibilidad artística y social se prepara como educadora para poder enseñar de manera más formal en las escuelas.

“Tomo cursos de pintura en línea y me preparo para ser maestra y educadora, enfocada al tema de la pintura, lo que me permitiría dar clases de manera más formal en las escuelas”, explica la pintora.

La Comunidad del Lindero es un ejemplo de microeconomía en la que las gallinas, borregos y puercos son vendidos entre los habitantes del lugar, sobreviven de lo que comercian entre ellos. Se vende comida, frijol, carne, huevo, un ejemplo de apoyo comunitario a los que se han sumado el arte y la pintura.

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