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Biden pone a prueba los límites de edad en EUA

Joe Biden, presidente de Estados Unidos. / Foto: Kenny Holston/The New York Times
Joe Biden, presidente de Estados Unidos. / Foto: Kenny Holston/The New York Times

La Casa Blanca parece igualmente decidida a proteger a Biden de las interacciones no programadas con los medios de comunicación

Peter Baker

Cuando el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, parta para iniciar una gira de cuatro días por Oriente Medio, presumiblemente estará más descansado de lo que habría estado si hubiera seguido el plan original.

En un principio, el viaje se sumó a otro viaje a Europa el mes pasado, lo que habría supuesto una ardua travesía de diez días en el extranjero, hasta que el equipo de Biden tuvo claro que un viaje tan prolongado podría ser innecesariamente agotador para un presidente de 79 años, o “una locura”, como dijo un funcionario.

Los ayudantes también citaron razones políticas y diplomáticas para reorganizar las paradas adicionales como un viaje separado semanas más tarde. Pero la realidad es que la gestión de la agenda del presidente de más edad en la historia de Estados Unidos presenta distintos retos. Y como Biden insiste en que planea presentarse a un segundo mandato, su edad se ha convertido cada vez más en un tema incómodo para él, su equipo y su partido.

Apenas transcurrido año y medio de su primer mandato, Biden ya es más de un año mayor que Ronald Reagan al final de sus dos mandatos. Si monta otra campaña en 2024, Biden estaría pidiendo al país que eligiera a un líder que tendría 86 años al final de su mandato, poniendo a prueba los límites de la edad y la presidencia. Las encuestas muestran que muchos estadounidenses consideran a Biden demasiado viejo, y algunos estrategas demócratas no creen que deba volver a postularse.

No es de extrañar que sea un tema sensible en la oficina del presidente y sus asesores. En entrevistas, algunas autorizadas por la Casa Blanca y otras no, más de una decena de altos funcionarios y asesores actuales y anteriores informaron de manera unánime que Biden se mantenía intelectualmente involucrado, haciendo preguntas inteligentes en las reuniones, interrogando a sus ayudantes sobre los puntos en disputa, llamándolos hasta altas horas de la noche, seleccionando ese punto débil en la página 14 de un memorándum y reescribiendo hasta el último minuto discursos como su declaración sobre el aborto del viernes.

Sin embargo, reconocieron que Biden parece más viejo que hace unos años, un lastre político que no puede resolverse con las estratagemas tradicionales de la Casa Blanca, como los cambios de personal o los nuevos planes de comunicación. Su nivel de energía, aunque impresionante para un hombre de su edad, no es el que era, y algunos asistentes lo vigilan en silencio. A menudo arrastra los pies cuando camina, y a sus ayudantes les preocupa que se tropiece con un cable. Se enreda con las palabras en los actos públicos, y los asistentes contienen la respiración para ver si llega al final sin meter la pata.

Biden ha dicho que las preguntas sobre su estado físico son razonables, aunque asegura a los estadounidenses que está en buena forma. Sin embargo, incluso para algunos admiradores, la pregunta es si eso durará seis años más.

“Creo que es inapropiado buscar ese cargo después de los 80 años”, opinó David Gergen, uno de los principales asesores de cuatro presidentes. “Acabo de cumplir 80 años, y en los últimos dos o tres años creo que no habría sido prudente que intentara dirigir ninguna organización. A esa edad ya no eres tan listo como antes”.

La Casa Blanca rechazó la idea de que Biden fuera cualquier otra cosa que un comandante en jefe los siete días de la semana. “El presidente Biden trabaja todos los días y, dado que los jefes de gobierno pueden desempeñar sus funciones desde cualquier parte del mundo, hace tiempo que es habitual que pasen los fines de semana fuera de la Casa Blanca”, explicó Andrew Bates, subsecretario de prensa, tras la publicación de este artículo en internet.

El informe médico del presidente en noviembre indicaba que tenía fibrilación auricular pero que era estable y asintomática. La “marcha ambulatoria de Biden es perceptiblemente más rígida y menos fluida que hace aproximadamente un año”, decía el informe, y el reflujo gastroesofágico lo hace toser y carraspear, síntomas que “en efecto parecen ser más frecuentes y más pronunciados.”

No obstante, en general, Kevin C. O’Connor, médico del presidente, lo declaró “un hombre sano y vigoroso de 78 años que está en condiciones de ejecutar con éxito las tareas de la presidencia”.

Sin embargo, las dudas sobre el estado físico de Biden han afectado su imagen pública. En una encuesta realizada en junio por el Centro de Estudios Políticos de Harvard y ‘The Harris Poll’, el 64 por ciento de los votantes creía que demostraba ser demasiado viejo para ser presidente, incluido el 60 por ciento de los encuestados de 65 años o más.

Las apariciones públicas de Biden han alimentado esa percepción. Sus discursos pueden ser planos y desganados. A veces pierde el hilo de lo que está diciendo, le cuesta recordar nombres o por momentos parece confuso. Más de una vez ha promovido a la vicepresidenta Kamala Harris, al llamarla “presidenta Harris”. Biden, que superó un tartamudeo infantil, tropieza con palabras como “cleptocracia”. Ha dicho “iraní” cuando quería decir “ucraniano” y varias veces ha llamado “John” a Mark Warner, senador demócrata de Virginia, confundiéndolo con el difunto senador republicano de ese nombre de Virginia.

Los republicanos y los medios de comunicación conservadores destacan alegremente esos momentos, publicando videos virales, a veces exagerados o distorsionados para hacer que Biden se vea aún peor. Pero la Casa Blanca ha tenido que retractarse de algunos de sus comentarios improvisados, como cuando prometió una respuesta militar si China atacaba Taiwán o declaró que el presidente Vladimir Putin “no puede seguir en el poder” en Rusia.

Biden era famoso por meter la pata incluso cuando era más joven, y sus asistentes señalan sus reuniones maratonianas con familias de víctimas de tiroteos masivos o su interacción con el público durante un viaje a Cleveland esta semana pasada como una prueba de su resistencia.

Mike Donilon, un asesor ‘senior’ que comenzó a trabajar para Biden hace casi 40 años, aseguró que no veía ningún cambio. “A la vuelta de los viajes largos, cuando el personal está agotado, querrá dedicar cuatro horas a planear la forma en que nos lanzamos a la política interior, cuando lo único que quiere hacer el personal mucho más joven es dormir”, relató.

Biden no es el primer presidente que se enfrenta a cuestiones de edad. La cuestión surgió en repetidas ocasiones durante el mandato del presidente Donald Trump, cuatro años más joven. La disminución del vocabulario de Trump, su tendencia a divagar, sus comentarios a veces incoherentes, su escaso horario de trabajo y sus dificultades para procesar la información llevaron a los críticos a concluir que estaba en declive.

En un momento dado, tuvo problemas para llevarse un vaso de agua a los labios y bajar una rampa, y también hizo un viaje al hospital que nadie nunca explicó. Al final de su mandato, se jactaba de haber superado una prueba cognitiva destinada a detectar signos de demencia. Si se presenta de nuevo en 2024, podría ser una contienda entre dos hombres que ejercerían el cargo en sus 80 años.

En los últimos años de Reagan, un nuevo grupo de asistentes evaluó en secreto si podría tener que ser destituido de su cargo en virtud de la cláusula de incapacidad de la 25.ª Enmienda, pero finalmente llegó a la conclusión de que todavía era apto. (Cinco años después de dejar la Casa Blanca, se le diagnosticó la enfermedad de Alzheimer).

Sin embargo, sus asistentes trataron de limitar su agenda, que vigilaba con rigor la primera dama Nancy Reagan. “Esa fue una de las primeras lecciones que aprendimos, la de no sobreprogramar”, recordó Tom Griscom, uno de esos ayudantes. Tampoco debían enviar excesivos documentos informativos por la noche. “Después de un par de semanas, llegó un mensaje de la señora Reagan en el que nos pedía que no enviáramos tanto por la noche porque él lo leería todo”, comentó, quedándose despierto hasta tarde.

Los asesores de Biden dicen que se resiste a ese tipo de gestión y que presiona para que sea todo lo contrario. “Impulsa adiciones a su agenda todo el tiempo, ya sean llamadas de nuevos directores generales o reuniones nocturnas con funcionarios”, afirmó Jennifer O’Malley Dillon, la subjefa de personal que supervisa su calendario.

Pero los asistentes son cautelosos a la hora de exponerlo al coronavirus. Los ayudantes se someten a pruebas una vez a la semana y llevan pulseras de colores el día de la prueba; si tienen previsto asistir a una reunión con el presidente otro día, también deben someterse a la prueba esa mañana y usar cubrebocas N95.

La Casa Blanca parece igualmente decidida a proteger a Biden de las interacciones no programadas con los medios de comunicación. Solo ha dado dieciséis conferencias de prensa desde que asumió el cargo, menos de la mitad de las que dieron Trump, Barack Obama y George W. Bush a estas alturas, y menos de un tercio de las que dieron Bill Clinton y George H. W. Bush, según Martha Joynt Kumar, una veterana estudiosa de la estrategia mediática presidencial.

Asimismo, Biden solo ha concedido 38 entrevistas, muchas menos que Trump (116), Obama (198), Bush hijo (71), Clinton (75) y Bush padre (86). Biden ha sido más accesible respondiendo a algunas preguntas de manera informal después de un discurso u otro acto, lo que ha hecho 290 veces, frente a las 213 de Trump y las 64 de Obama.

Durante su viaje a Europa el mes pasado, los líderes extranjeros le siguieron la corriente mientras lo trataban de forma protectora como a un distinguido pariente mayor.

En una foto, el canciller alemán Olaf Scholz señaló discretamente a Biden el lugar donde se encontraban las cámaras. Justo antes de una reunión, un reportero gritó dos veces una pregunta sobre el comercio de granos de Ucrania. Cuando Biden no pudo escuchar la pregunta, el primer ministro británico Boris Johnson le rescató. “Estamos trabajando en eso”, respondió Johnson.

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