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África encuentra refugio en el futbol

A Senegal fan waves the flag during their African Cup of Nations semifinal match with Burkina Faso, in Yaounde, Cameroon, Feb. 2, 2022. Many countries competing here are enduring security, economic and political crises, but the tournament offers visions of unity, solidarity and joy. (Tom Saater/The New York Times)
A Senegal fan waves the flag during their African Cup of Nations semifinal match with Burkina Faso, in Yaounde, Cameroon, Feb. 2, 2022. Many countries competing here are enduring security, economic and political crises, but the tournament offers visions of unity, solidarity and joy. (Tom Saater/The New York Times)

El deporte ha dado un respiro a los países que están viviendo revueltas políticas o guerras y a los que están sorteando alteraciones y adversidades

Ruth Maclean / Brenda Kiven

Había visto algunos partidos en secreto, con el volumen bajo para que nadie la denunciara. Había visto las amenazas y sabía que podía ser raptada o asesinada por ver el torneo de futbol africano del cual es sede su país: Camerún.

Sin embargo, estaba harta de contener la emoción cada vez que Camerún anotaba, así que el miércoles, Ruth, quien vive en una región en guerra donde los rebeldes secesionistas han prohibido ver los partidos, viajó en secreto a la capital, Yaundé, para apoyar a su equipo en persona.

“Me encantaría gritar, si fuera posible”, manifestó después de llegar sana y salva a Yaundé mientras se preparaba para el gran partido. “Decidí correr
el riesgo”.

El futbol africano se está acercando al fin de lo que todo el mundo considera que ha sido un mes magnífico. Los 52 partidos del torneo de la Copa Africana de Naciones, que se celebró este año les han dado un respiro a los países que están viviendo revueltas políticas o guerras y a los que están sorteando las alteraciones y adversidades que trajo la COVID-19.

En todo el continente, en bares a reventar, aeropuertos y espacios abiertos en los pueblos, además de las aceras de las ciudades, cada vez que hay un partido grupos de espectadores abren cervezas y preparan vasos de té fuerte y dulce, sacan sillas de plástico y bancas de madera y se acomodan a ver 90 minutos de un espectáculo para comerse las uñas.

Cuando su selección ganó el día posterior al golpe de Estado de la semana pasada en Burkina Faso, los soldados burkineses bailaron de alegría en su país. Después, cuando Senegal venció a Burkina Faso en la semifinal celebrada la noche del miércoles, las calles de Dakar se llenaron de autos que tocaban el claxon y de banderas ondeando por los aires. En línea, después de cada encuentro, miles de personas se volcaban en Twitter para analizar juntas minuciosamente lo que había pasado.

Países muy divididos se han unido, aunque sea brevemente, y la solidaridad entre personas, grupos y regiones es palpable. Incluso en Camerún, donde ha arrasado un conflicto mortal desde finales de 2016, el futbol ha unido a la gente.

Mohamed Salah, el futbolista estrella de Egipto, aseguró que todo valía la pena la semana pasada, durante una conferencia de prensa, antes de que su selección se midiera y empatara con Costa de Marfil.

“Para mí, este trofeo sería completamente distinto de otros que he ganado”, comentó Salah, un jugador que ha ganado la Premier League y la Liga de Campeones de la UEFA con su otro equipo, el Liverpool Football Club. “Sería el más cercano a mi corazón”.

“Tal vez no seamos una nación muy unida, pero creo que esto nos une”, opinó Ruth, quien agregó que se sabía que, aunque amenazaban, secuestraban y torturaban a otros espectadores, los combatientes de Amba estaban viendo el torneo en sus
campamentos.

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