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¿Cómo detectar la próxima variante COVID?

Recibe CEA proyecto para una planta de tratamiento de aguas residuales
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Muestras y rastreo de virus en aguas residuales y en el aire han dado pequeñas pistas a los científicos sobre cómo adelantarse a la propagación de las cepas

Rick Bright

Cuando los científicos de Sudáfrica notaron un aumento en los casos de COVID-19 en la provincia de Gauteng, en noviembre del año pasado, comenzaron a investigar el origen. Estos investigadores descubrieron con rapidez la variante ómicron y compartieron su descubrimiento con el resto del mundo; pero era demasiado tarde: ómicron ya estaba infectando a gran velocidad a personas en todo el planeta.

La pregunta es: ¿cómo podemos descubrir la siguiente variante lo suficientemente rápido como para detener su propagación? En este momento, la búsqueda de variantes de coronavirus es muy lenta y esporádica.

Los científicos de unos cuantos países (Sudáfrica, Botsuana y Estados Unidos) monitorean patrones en el conteo de casos y secuencian con regularidad muestras del virus de personas infectadas para ver si hay cambios genéticos importantes.

Los resultados de estos análisis se pueden compartir en una red global, como la GISAID —una comunidad internacional de científicos que comparten abiertamente datos sobre variantes de distintas enfermedades— para comparar secuencias de coronavirus en todo el mundo; pero, para cuando eso sucede, las variantes ya se están propagando. Este proceso de análisis es como examinar cada hebra del pajar para determinar si es o no la aguja; pero hay lugares que podrían ayudar a encontrar nuevas variantes aún más rápido: las aguas residuales y el aire. Hay rastros del coronavirus en las heces y en el aliento exhalado de las personas y, por lo tanto, el virus se puede detectar antes de que las personas se hayan hecho una prueba o hayan desarrollado síntomas.

Científicos de Nueva York y otras partes han utilizado el monitoreo de aguas residuales durante la ola de ómicron, así han podido identificar aumentos abruptos de casos en vecindarios específicos incluso antes de que se haya identificado una variante a partir de pruebas individuales con hisopos. También ayudan a detectar disminuciones de casos: funcionarios en Minneapolis y Saint Paul, Minnesota, por ejemplo, vieron una disminución en la cantidad de virus en las aguas residuales y de este modo pudieron pronosticar que el pico de ómicron ya había pasado.

Se le ha prestado mucha menos atención a las muestras de aire, al menos hasta hace poco.

Los científicos han utilizado muestras ambientales para rastrear tendencias en las concentraciones de coronavirus e identificar puntos críticos, pero estas muestras también pueden ser una ventana al modo en el que una nueva variante de preocupación se comporta en la comunidad en general de una manera más rápida y precisa que cualquier tipo de prueba a una sola persona. Una muestra de virus de un hisopo nasal o de saliva ofrece información sobre un solo individuo; una muestra de agua residual o de aire ofrece información sobre muchas personas. Apoyarse más en estos métodos podría brindarle al mundo más tiempo para responder antes de que las variantes se propaguen.

Sin embargo, hay desafíos prácticos. Las muestras ambientales pueden contener mucho ruido de fondo: muchos otros virus, bacterias y hongos que se encuentran en los desechos humanos. Determinar qué es importante y qué no lo es puede ser difícil.

Quienes implementen esos análisis deben dejar en claro que las muestras ambientales son anónimas: no confirman qué persona tuvo el virus, solo indican si el coronavirus está en una comunidad.

Probar y secuenciar muestras de virus en aguas residuales o en el aire no es una solución singular, pero, debido a que es la forma más rápida de detectar variantes, puede ayudar a los líderes a prepararse y, potencialmente, prevenir la próxima ola de coronavirus y, con suerte, la próxima pandemia.

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