Anúnciate aquí

Urgen nuevos ideales de masculinidad

Jonathan Malesic Hace ocho años, tuve un gran empleo como profesor titular en una universidad en Pensilvania. Parecía que había logrado el éxito: tenía autonomía, seguridad, excelentes prestaciones e incluso un poco de prestigio. Sin embargo, después comencé a temer ir al trabajo. La indiferencia de los alumnos ante lo que les enseñaba me parecía … Leer más

Jonathan Malesic

Hace ocho años, tuve un gran empleo como profesor titular en una universidad en Pensilvania. Parecía que había logrado el éxito: tenía autonomía, seguridad, excelentes prestaciones e incluso un poco de prestigio. Sin embargo, después comencé a temer ir al trabajo. La indiferencia de los alumnos ante lo que les enseñaba me parecía un insulto personal. Me ponía furioso ante pequeños incidentes y me enfrascaba en discusiones con en profesores. Me estaba
agotando.

Cuando llegaba a casa, me quejaba con mi esposa que comenzaba su propia carrera académica. No obstante, su paciencia al escucharme no fue suficiente para resolver el problema. Mi esposa terminó por rescatarme cuando le ofrecieron un empleo en Texas. Renuncié al mío y me fui con ella.

A pesar de mi alivio, me sentí como un fracasado no solo como académico, sino como hombre. Aunque los roles de género parecen cada vez más flexibles y susceptibles al cambio, aún somos una sociedad en la que los hombres intentan demostrar su hombría a través de su desempeño en el trabajo. Yo no podía cumplir con mi deber.

Si queremos acabar con el desgaste, debemos abordar el problema de hombres y mujeres. Para abordar el desgaste de los hombres, hay que reconocer que, conscientemente o no, nuestra sociedad todavía iguala en gran medida la masculinidad con ser un proveedor estoico. No todos los hombres se identifican con ese arquetipo e incluso los hombres que no lo aceptan están expuestos al desgaste. Investigaciones demuestran que hombres y mujeres suelen sufrir el desgaste de manera distinta. Los patrones distintivos en el desgaste de los hombres reflejan la ética del proveedor perdurable que ya no les hace bien a los hombres.

Los investigadores definen el desgaste como un síndrome con tres dimensiones: agotamiento, cinismo y una sensación de inefectividad. De acuerdo con un metanálisis publicado en 2010, las mujeres en promedio obtuvieron un mayor puntaje que los hombres en la escala del agotamiento, pero los hombres calificaron más alto en el cinismo.

El cinismo (también conocido como despersonalización) es el “distanciamiento emocional”, es decir, es cuando ves a tus colegas, clientes o pacientes como objetos o problemas más que como personas. Cuando daba clases de tiempo completo, mi cinismo se manifestaba como impaciencia con los estudiantes que aprendían lentamente y con los ensayos mal hechos. Estoy seguro de que mi actitud solo hacía que les resultara más difícil aprender.

El desgaste de los hombres como padres de familia también refleja la manera en que están condicionados por la ética del proveedor. En un mismo nivel de estrés parental, los padres reaccionaban mucho peor que las madres, poniéndose a sí mismos y a sus hijos en mayor riesgo.

Un escéptico vería esto como evidencia de que los hombres son débiles y mimados. Pero los investigadores lo ven como una señal de que las sociedades necesitan preparar mejor a los hombres para compartir la responsabilidad de la crianza de los hijos.

A final de cuentas, para acabar con la cultura de desgaste no solo hay que mejorar las condiciones de trabajo, sino crear nuevos ideales sobre el papel que tiene el trabajo en la prosperidad humana. Eso implica adquirir ideales de hombría que dependan menos de la productividad económica y más de virtudes como la lealtad, la solidaridad y la valentía, incluida la valentía para renunciar a un trabajo, criar a un hijo… o ambas cosas.

Anúnciate aquí

Anúnciate aquí

Anúnciate aquí