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Estados Unidos explora la guerra de baja intensidad en África

Estados Unidos explora la guerra de baja intensidad en África
Estados Unidos explora la guerra de baja intensidad en África

Declan Walsh, Eric Schmitt and Julian E. Barnes El convoy de la CIA salió de Mogadiscio en plena madrugada. Se dirigió al sur por una carretera oceánica derruida que llevaba a lo profundo del territorio controlado por Al Shabab. Este es uno de los grupos militantes más mortíferos de África. Los vehículos se detuvieron en … Leer más

Declan Walsh, Eric Schmitt and Julian E. Barnes

El convoy de la CIA salió de Mogadiscio en plena madrugada. Se dirigió al sur por una carretera oceánica derruida que llevaba a lo profundo del territorio controlado por Al Shabab. Este es uno de los grupos militantes más mortíferos de África.

Los vehículos se detuvieron en un pueblo costero donde paramilitares estadounidenses y somalíes se bajaron, asaltaron una casa y mataron a varios militantes, dijeron funcionarios somalíes. Pero un hombre escapó, corrió hacia un vehículo lleno de explosivos preparado para un atentado suicida y apretó el detonador.

La explosión, en noviembre pasado, mató a tres somalíes e hirió de gravedad a un estadounidense: Michael Goodboe. Este era un especialista paramilitar de la CIA de 54 años que permaneció a los Navy SEAL. Fue transportado por vía aérea a un hospital militar estadounidense en Alemania. Murió 17 días más tarde.

La suya fue una muerte estadounidense inusual en la guerra de baja intensidad de una década contra Al Shabab. Se trata de la filial de Al Qaeda con más recursos y tal vez la más peligrosa del mundo. Pero Goodboe también fue víctima de una forma de guerra estadounidense que ha florecido desde los ataques terroristas a Estados Unidos en 2001. Ahora está bajo un mayor escrutinio que nunca.

LA GUERRA EN AFGANISTÁN

La respuesta más ambiciosa de Estados Unidos a los ataques del 11-S fue en Afganistán, a donde se enviaron decenas de miles de soldados para acabar con los extremistas y reconstruir el país, una misión que concluyó recientemente con un fracaso rotundo y la caótica retirada estadounidense.

Pero en Somalia, igual que en países como Yemen y Siria, Estados Unidos empleó un manual distinto para proceder, en el que se descartaron despliegues importantes de tropas y se favoreció el envío de espías, incursiones de Operaciones Especiales y ataques con drones. Se reclutaron contratistas privados y combatientes locales para las tareas arriesgadas. Al principio la misión era reducida, buscar a los integrantes fugitivos de Al Qaeda y solo más tarde se amplió para combatir a Al Shabab y fortalecer a las fuerzas de seguridad somalíes.

Ahora ese manual también está fracasando. Como en Afganistán, la misión estadounidense ha sido obstaculizada por la alianza con un gobierno débil y notorio por su corrupción, una intrincada insurgencia local y los errores de Estados Unidos, como los ataques de dron que han matado civiles.

LOS ENEMIGOS DE FORTALECEN

Como resultado, Al Shabab se encuentra en su momento más sólido en años. Recorren el campo, bombardean ciudades y operan un Estado encubierto que incluye cortes, operativos de extorsión e impuestos paralelos que, según cálculos del gobierno de Estados Unidos, solo el año pasado recaudaron al menos 120 millones de dólares.

Al Shabab también parece tener planes hacia Estados Unidos, como mostró el arresto en 2019 a un militante que tomaba clases de vuelo en Filipinas, supuestamente para cometer otro ataque al estilo del 11-S contra Estados Unidos. Pero los críticos del enfoque estadounidense en Somalia, incluidos algunos militares, dicen que la amenaza al país ha sido exagerada y que las políticas de Washington solo impulsan a los extremistas que intentan derrotar.

Funcionarios de la gestión de Biden niegan que la misión en Somalia haya fracasado, pero dicen que tienen muy claros sus defectos. El gobierno podría dar a conocer una nueva política hacia Somalia en las próximas semanas, dijeron algunos funcionarios.

EUA DESISTE DEL TEMA SOMALIA

El gobierno de Estados Unidos ha sido renuente a comprometer soldados a Somalia desde el episodio Black Hawk Down de 1993, cuando combatientes milicianos somalíes mataron a 18 efectivos militares estadounidenses en una batalla que luego sería representada en libros y películas de Hollywood. Luego de tal fiasco, Estados Unidos se retiró de Somalia por más de una década.

Con el tiempo, los estadounidenses volvieron en pequeñas cantidades: operativos encubiertos, soldados y, al fin, diplomáticos que se refugian en una embajada sin ventanas de estilo penitenciario en el aeropuerto de Mogadiscio, que abrió en 2018. Temerosos de otra debacle sangrienta, rara vez se aventuran a salir.

Cerca de ahí queda el complejo de la CIA, donde por las noches el aire crepita con los disparos mientras los estadounidenses entrenan a una pequeña fuerza paramilitar somalí que encabeza las operaciones anti-Shabab.

ENTRENA A SOLDADOS LOCALES

Ahora hay menos de 100 soldados estadounidenses en Somalia, sobre todo en labores de inteligencia y apoyo. En enero, el expresidente Donald J. Trump trasladó a la mayor parte de la fuerza de 700 integrantes a Kenia y Djibouti, aunque sigue llevando a cabo ataques en Somalia y entrenando soldados.

Fuera del alambrado, Mogadiscio se ha transformado en los últimos años con la ayuda de los pacificadores de la Unión Africana que patrullan las calles. Hay cafés de moda, edificios de departamentos relucientes y una red de internet rápida y barata. La playa Lido de la ciudad está repleta los fines de semana. La piratería, que era una preocupación internacional hace una década, en gran medida se ha esfumado.

Sin embargo, este avance pende de un hilo débil. La rebelde élite política de Somalia está dividida por disputas que este año estallaron fugazmente con violencia. Después de la victoria de los talibanes en Afganistán, los militantes de Shabab, jubilosos, distribuyeron dulces a modo de celebración, con la esperanza de que ellos también pudieran cansar a los extranjeros y tomar el poder.

Otros somalíes tienen la preocupación de que Washington los abandone ahora. “Hizo sonar alarmas aterradoras”, dijo Abdihakim Ante, exasesor del gobierno somalí.

El destino de Afganistán “muestra la rapidez con la que las cosas pueden cambiar”, dijo Stephen Schwartz, quien fue embajador de Estados Unidos en Somalia. “Somalia no tiene tiempo que perder”.

El arco de la vacilante misión estadounidense en Somalia puede distinguirse en la historia de dos hombres, un estadounidense y un somalí, en lados opuestos de la lucha.

UN ENFOQUE NUEVO

Funcionarios estadounidenses dicen que la experiencia en Afganistán muestra que el éxito no puede definirse como la reconstrucción de un gobierno o una sociedad y que la misión en Somalia ya ha redituado al afectar a Al Shabab. Goodboe, según sus amigos, evaluaba su trabajo con un parámetro similar: si los terroristas eran capaces de amenazar a Estados Unidos o sus ciudadanos.

Aún así, algunos analistas dicen que Estados Unidos debe considerar un enfoque totalmente nuevo en Somalia, incluido un arreglo político con Al Shabab, y así evitar quedar atrapados en otra “guerra eterna” con un final vergonzoso.

MT

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