Anúnciate aquí

Perú, entre la crispación y la mediocridad

Eduardo Dargent Las noticias sobre los crispados primeros dos meses de Gobierno del presidente del Perú, Pedro Castillo, podrían hacer pensar que estamos viviendo un caso más de polarización ideológica entre izquierda y derecha en América Latina… pero es una lectura limitada. Es más importante observar el peso de los errores y la ausencia de … Leer más

Eduardo Dargent

Las noticias sobre los crispados primeros dos meses de Gobierno del presidente del Perú, Pedro Castillo, podrían hacer pensar que estamos viviendo un caso más de polarización ideológica entre izquierda y derecha en América Latina… pero es una lectura limitada. Es más importante observar el peso de los errores y la ausencia de liderazgo de Castillo, un exlíder sindical de izquierda.

El futuro, por ahora, se ve más mediocre que radical. Es un costo demasiado alto para uno de los países más golpeados —sanitaria y económicamente— por la pandemia y que arrastra al menos media década de inestabilidad política.

El Perú vive en una profunda crisis política. Hemos tenido cinco presidentes en cinco años. Desde 2016, la historia política de Perú ha sido un incesante vaivén de inestabilidad. La elección presidencial de julio de este año sumó una mayor tensión a este escenario.

Así que el nuevo Gobierno tenía la responsabilidad de responder a las expectativas de sus votantes y desactivar el clima de convulsión y desesperanza, pero hasta ahora no hay señas de que Castillo —al margen de su ideología— sea quien pueda ayudar a cambiar este rumbo vertiginoso. Malas noticias para Perú.

El Gobierno de Castillo, ese que la derecha dura señalaba de tener un milimétrico proyecto para acabar con la democracia, parece no tener un plan a secas. Menos uno para darle estabilidad y dirección al país. No es una situación sorpresiva, pero preocupa de cara al futuro.

Desde la campaña, eran evidentes los retos que enfrentaría el Gobierno. Castillo llegó al poder tras un proceso en el que mostró carencias importantes: inexperiencia gubernamental, ausencia de cuadros técnicos en su entorno y rasgos de radicalismo en su propio discurso y en el del partido que lo llevó a la presidencia, el marxista-leninista Perú Libre.

Castillo inició su mandato con una aprobación cercana al 40 por ciento y aún mantiene esos índices de popularidad. Los números muestran una división regional y social entre quienes lo respaldan (regiones y clases bajas) y quienes lo rechazan (Lima y clases medias y altas). Aunque los apoyos no le dan una amplia legitimidad, tampoco son bajos, pero este oxígeno sostenido en la aprobación es insuficiente si no se acompaña de resultados y no se evitan nuevos escándalos.

Otro aspecto que da cierta estabilidad al Gobierno es el desprestigio del Congreso. Se puede criticar al presidente, pero las turbulencias del Congreso —que ha sido uno de los protagonistas definitivos de la deriva política peruana— lo hacen impopular. La legitimidad parlamentaria dependerá de que muestre mejores decisiones que las que critica en el presidente.

La polarización parece haber disminuido un poco en las últimas semanas. El presidente tiene suficientes aliados en el Congreso para mantener a raya el fantasma de la vacancia presidencial que requiere dos tercios de los votos, pero no hay que perder de vista que esta coalición pragmática y conformada por partidos que en el pasado han actuado contra el Ejecutivo termina estando más cerca de la oposición que del Gobierno. Un escándalo o una caída de popularidad abrupta, si se continúa con malos nombramientos o surge una situación que haga indefendible al entorno presidencial, nos llevaría otra vez al terreno de un juicio político de destitución. Es algo que no necesita el país.

Anúnciate aquí

Anúnciate aquí

Anúnciate aquí