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¿Debería uno estar tranquilo frente a personas que no usan cubrebocas?

Autoridades han dado luz verde a los estadounidenses vacunados para que se despojen de mascarillas en la mayoría de las situaciones Julie Bosman y Sarah Mervosh Cuando Tori Saylor, de 27 años, salió de su departamento en Kalamazoo, Míchigan, la semana pasada, sabía que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, … Leer más

Autoridades han dado luz verde a los estadounidenses vacunados para que se despojen de mascarillas en la mayoría de las situaciones

Julie Bosman y Sarah Mervosh

Cuando Tori Saylor, de 27 años, salió de su departamento en Kalamazoo, Míchigan, la semana pasada, sabía que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) ya habían dado luz verde a los estadounidenses totalmente vacunados para que se despojaran de los cubrebocas en la mayoría de las situaciones.

Saylor, quien está vacunada, igual se puso uno. Además, cuando llamó el elevador de su edificio, se enfrentó a la primera prueba real de la nueva era: en dos ocasiones, las puertas se abrieron para mostrar a personas que no llevaban cubrebocas, y en dos ocasiones, dejó que el ascensor siguiera de largo.

“¿Debo confiar en estas personas, sin conocerlas?”, dijo Saylor, que padece esclerosis múltiple y recibe una terapia de infusión que compromete su sistema inmunitario. A pesar de estar vacunada, no está claro si su cuerpo podrá producir anticuerpos de modo eficaz para combatir la COVID-19. “¿Cómo puedo juzgar si alguien está vacunado al establecer un contacto visual momentáneo con esa persona?”.

Para muchos estadounidenses, la confianza escasea después de un año de una larga pandemia y de los conflictos que la acompañan.

Nuestra capacidad para confiar en la honestidad de otras personas ya se ha puesto a prueba, y las mentiras —u omisiones— pueden haber ocurrido en el camino. ¿Cumplieron todas las personas que cruzaron en auto alguna frontera estatal las normas de cuarentena de catorce días? ¿Cumplieron todas las personas que se vacunaron antes de tiempo con las normas de elegibilidad de la época?

Así que no es de extrañar que el último código de honor —la guía del gobierno federal que anima a los estadounidenses vacunados a quitarse el cubrebocas— haya sido recibido con escepticismo en las zonas del país que aún no han aprobado la normativa. Menos de la mitad de los estadounidenses mayores de 18 años están completamente vacunados.

“Es una sinfonía muy complicada en este momento”, señaló Howard Markel, historiador médico de la Universidad de Míchigan y experto en pandemias. “Ha habido una gran erosión de la confianza: desconfianza en el gobierno, desconfianza en el virus, desconfianza en este o aquel partido. Así que, cuando le dices al público lo que tiene que hacer, hay gente que dice: ‘¿Cómo puedo confiar en la gente que no usa cubrebocas?’”.

Los expertos en salud afirman que las personas vacunadas deberían estar protegidas contra la enfermedad grave, incluso si las personas que las rodean no están vacunadas y no llevan cubrebocas. Sin embargo, la inusual visión de los rostros desnudos ha llegado en un momento en que la confianza de los estadounidenses en las instituciones y en los demás es especialmente frágil.

Al fin y al cabo, las evidencias de irregularidades durante la pandemia se han multiplicado: los fiscales han presentado cargos contra decenas de personas acusadas de obtener préstamos de manera fraudulenta y otros fondos del gobierno federal relacionados con la Ley CARES. Colegios y universidades, incluida la prestigiosa Escuela de Medicina Geisel de Dartmouth, han investigado a estudiantes por hacer trampa en exámenes a distancia mientras los edificios escolares estaban cerrados a causa del coronavirus.

Incluso antes de la pandemia, la confianza en el gobierno federal estaba cerca de mínimos históricos, y siete de cada diez personas pensaban que la confianza de los estadounidenses en los demás había disminuido en los últimos veinte años, según el Centro de Investigación Pew. Sin embargo, la mayoría de los estadounidenses confiaba en que la gente podría trabajar junta en una crisis. Alrededor del 75 por ciento de los estadounidenses creía que las personas cooperarían entre sí en una crisis, aunque no confiaran en los demás.

El trabajo en equipo se convirtió en un motivo de los primeros días de la pandemia. La primavera pasada, encerrados en sus casas, los estadounidenses más precavidos cosieron cubrebocas caseros, los vecinos colocaron carteles en los jardines para apoyar a los trabajadores sanitarios y a los trabajadores esenciales, y los políticos hablaron en un lenguaje elevado sobre el trabajo conjunto para “aplanar la curva”.

Luego vino una división partidista en torno a los cubrebocas, multitudes gritando frente a los capitolios estatales y amenazas de muerte contra los funcionarios de salud locales y estatales. En el otro lado del debate, algunas personas que apoyaban las restricciones de la COVID-19 adoptaron el trabajo de vigilar que los demás usaran cubrebocas.

Pronto se volvió evidente que, incluso en una crisis, a los estadounidenses les costaba unirse.

“Ni siquiera podíamos confiar en que la gente hiciera lo correcto y se pusiera cubrebocas cuando la epidemia estaba descontrolada, cuando estaba en su punto más alto”, comentó Deborah Burger, presidenta de National Nurses United, quien describió a las enfermeras que se apresuraban a ir a la tienda de comestibles con sus uniformes solo para ser reprendidas por otros compradores. “La gente las abordaba para acusarlas de mentir sobre la pandemia”.

National Nurses United, el sindicato de enfermeros registrados más grande del país, se ha manifestado de manera pública en contra de las nuevas directrices de los CDC sobre los cubrebocas, que se anunciaron la semana pasada y dejaron a los funcionarios de los gobiernos estatales y locales, a los propietarios de negocios y a la gente común en apuros. Las directrices que permiten a las personas vacunadas no usar cubrebocas no se aplican en los hospitales, pero Burger dijo que los cambios crean confusión y ponen la carga en los trabajadores de la salud para hacer cumplir el uso de cubrebocas.

“Se siente como si alguien hubiera jalado la alfombra debajo de nosotros y nos hubiera quitado nuestras protecciones”, comentó.

Otros trabajadores de primera línea, incluidos los propietarios de negocios, también están lidiando con las nuevas presiones.

“Antes teníamos un cartel en la puerta que decía que no se podía entrar si no se usaba cubrebocas, y ahora no sé qué debería decir mi cartel: ‘Si no estás vacunado, por favor, ponte cubrebocas’”, señaló Louise Orlando, de 55 años, propietaria de la panadería Bakery on Mason en Cape Charles, Virginia.

No todo el mundo está preocupado por las nuevas directrices ni reflexiona sobre la confianza.

“No me preocupa tanto el sistema de honor”, dijo Tim Lovoy, de 62 años, un contador jubilado del barrio de San Pedro, en Los Ángeles, que dijo sentirse seguro con los datos.

Lovoy está totalmente vacunado, comentó, lo que le ofrece una fuerte protección. En su zona de residencia, en el condado de Los Ángeles, los nuevos casos del virus han descendido a unos tres por cada 100.000, los más bajos desde el comienzo de la pandemia el año pasado.

En la actualidad, Lovoy considera que el riesgo de contraer COVID-19 es menor que el de sufrir un accidente en la autopista. Se está preparando para volver a la normalidad, incluida la práctica del karate en interiores de nuevo, y dijo que no pierde tiempo preocupándose por saber si están vacunadas las personas con las que se encuentra y que no usan cubrebocas.

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