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Cómo aprendieron los afroamericanos a no confiar en EUA

A inicios de junio pasado, miembros de la comunidad caribeña se manifiestaban en Brooklyn. AP
A inicios de junio pasado, miembros de la comunidad caribeña se manifiestaban en Brooklyn. AP

Parece que las personas más afectadas por la COVID-19 —los ciudadanos de raza negra— también son el grupo más receloso en posibilidades de vacuna Charles M. Blow / NYT Como un informe del Centro de Investigaciones Pew publicado la semana pasada señaló: “Es especialmente probable que los estadounidenses negros digan que conocen a alguien que … Leer más

Parece que las personas más afectadas por la COVID-19 —los ciudadanos de raza negra— también son el grupo más receloso en posibilidades de vacuna

Charles M. Blow / NYT

Como un informe del Centro de Investigaciones Pew publicado la semana pasada señaló: “Es especialmente probable que los estadounidenses negros digan que conocen a alguien que ha sido hospitalizado o que ha muerto como resultado de haberse contagiado del coronavirus: el 71 por ciento dice eso, en comparación con un pequeño porcentaje de adultos hispanos (el 61 por ciento), blancos (el 49 por ciento) y asiático-estadounidenses (el 48 por ciento)”.

Sin embargo, ese mismo informe contenía lo siguiente: “Los afroestadounidenses continúan destacando por ser los menos dispuestos a vacunarse que otros grupos raciales y étnicos: el 42 por ciento lo haría, en comparación con el 63 por ciento de los hispanos y el 61 por ciento de los adultos blancos”.

En Estados Unidos, desafortunadamente, los negros han aprendido bien, durante siglos, a desconfiar tanto del gobierno como del sistema médico en el tema del cuidado de la salud.

A mediados de 1800 un hombre en Alabama llamado James Marion Sims ganó renombre nacional como médico después de realizar experimentos médicos en mujeres esclavizadas, quienes por definición de su posición en la sociedad no podían dar su consentimiento informado.

Realizó decenas de operaciones experimentales en una sola persona, una mujer esclavizada llamada Anarcha, antes de perfeccionar su técnica.

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No solo hizo eso. Operó a estas mujeres sin anestesia, en parte porque no creía que las mujeres negras experimentaran el dolor de la misma manera que las mujeres blancas, una idea peligrosa y falsa cuyas huellas perduran hasta la actualidad.

Cuando finalmente consiguió que sus experimentos tuvieran éxito, comenzó a usarlos en mujeres blancas, pero empezó a operar a esas mujeres con anestesia.

Como escribió la escritora médica Durrenda Ojanuga en la publicación Journal of Medical Ethics en 1993: “Muchas mujeres blancas acudieron a Sims para el tratamiento de la fístula vesicovaginal después de la operación exitosa en Anarcha. Sin embargo, debido al dolor, ninguna de ellas pudo soportar una sola operación”.

Sims llegaría a ser conocido como el padre de la ginecología, aunque, como dijo un investigador: “Sims no reconoció en absoluto a sus pacientes como personas autónomas y su propio impulso personal hacia el éxito no puede ser minimizado, especialmente como un contrapeso ante la enorme cantidad de elogios que le concedieron por su trabajo y por las posteriores aplicaciones de la técnica desarrollada en Montgomery y en otros lugares”.

Después de la Guerra de Secesión y la liberación de los esclavos, la limitada y frágil infraestructura para los negros en el país se derrumbó y entonces floreció una epidemia de enfermedades.

Muchos de los que antes eran esclavos fueron alejados de los pequeños jardines donde cultivaban cosas para remedios caseros. La plantación más grande que tenía casas para enfermos vio cesar sus operaciones.

Los médicos blancos se negaron a ver a los negros y los hospitales blancos se negaron a admitirlos. Además, los gobiernos federal, estatales y locales se peleaban sobre quién tenía la responsabilidad de proporcionar atención médica a los hombres y mujeres recién liberados, sin que ninguna entidad quisiera realmente asumir esa responsabilidad.

Debido a todo esto, Jim Downs, profesor del Gettysburg College, estima que al menos un cuarto de todos los exesclavos se enfermaron o murieron entre 1862 y 1870.

‘Los triunfos femeniles nos motivan a todas’

Durante casi la mitad del siglo XX, las mujeres —con frecuencia negras— eran esterilizadas a la fuerza, a menudo sin que lo supieran. Según lo informó The Intercept en septiembre: “Entre 1930 y 1970, el 65 por ciento de las más de 7600 esterilizaciones ordenadas por el estado de Carolina del Norte se realizaron a mujeres negras”.

Como lo señaló la revista Ms. Magazine en 2011:

“A algunas mujeres se les esterilizaba durante las cesáreas y nunca les decían; a otras las amenazaban con dar término a sus prestaciones sociales o con negarles la atención médica si no ‘consentían’ a que les realizaran el procedimiento; otras eran sometidas a histerectomías innecesarias en los hospitales de enseñanza como práctica para los residentes médicos. En el sur del país era una práctica tan extendida que tenía un eufemismo: ‘apendicectomía de Misisipi’”.

Incluso la famosa heroína de los derechos civiles de Misisipi, Fannie Lou Hamer, fue víctima de una esterilización forzada. Como PBS lo señaló: “Todos los embarazos de Hamer habían fracasado y ella fue esterilizada sin su conocimiento ni consentimiento en 1961. Se le practicó una histerectomía mientras estaba en el hospital para someterse a una operación menor”. Hamer diría más tarde: “En el Hospital del Condado de North Sunflower, pienso que cerca de seis de las diez mujeres negras que van al hospital son esterilizadas mediante la ligadura de las trompas uterinas”.

Además, como explica el Centro de Control y Prevención de Enfermedades: “En 1932, el Servicio de Salud Pública, en colaboración con el Instituto Tuskegee, comenzó un estudio para registrar la historia natural de la sífilis con la esperanza de justificar programas de tratamiento para los negros. Se llamó ‘Estudio Tuskegee de la sífilis no tratada en el hombre negro’”.

A cientos de hombres negros les dijeron que se les estaba dando tratamiento para la sífilis, pero no fue así. Los observaban para ver cómo progresaba la enfermedad. Los hombres sufrieron bajo este experimento durante 40 años.

Espero que Estados Unidos pueda superar la inquietud de los negros por esta vacuna, pero es imposible decir que esa inquietud no tiene una justificación histórica.

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