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La deshonestidad que ha definido la presidencia de Trump podría tener consecuencias perdurables

El candidato repúblicano durante un discurso de cierre de campaña en Martinsburg, Pensilvania. AP
El candidato repúblicano durante un discurso de cierre de campaña en Martinsburg, Pensilvania. AP

El presidente se ha desviado del desempeño normal y ha creado su propia realidad Peter Baker / NYT Desde su nacimiento entre afirmaciones fantasiosas sobre el tamaño de las multitudes y “hechos alternativos”, la presidencia de Trump ha sido una fábrica de falsedades. Su producción de distorsiones, teorías conspirativas y mentiras descaradas al ritmo de … Leer más

El presidente se ha desviado del desempeño normal y ha creado su propia realidad

Peter Baker / NYT

Desde su nacimiento entre afirmaciones fantasiosas sobre el tamaño de las multitudes y “hechos alternativos”, la presidencia de Trump ha sido una fábrica de falsedades. Su producción de distorsiones, teorías conspirativas y mentiras descaradas al ritmo de una línea de montaje ha puesto a prueba las habilidades de aquellos dedicados a verificar los hechos y ha desafiado cualquier analogía histórica.

Pero en este periodo electoral, las consecuencias de cuatro años de fabulismo se han convertido en tema central debido a las aseveraciones del presidente Donald Trump de que la votación está inherentemente “amañada”, en un ataque a la credibilidad del sistema. Si la competencia se va a tiempo extra con objeciones legales después del 3 de noviembre, quizás el público termine con muy poca confianza, no solo en el resultado, sino en su propia democracia.

Durante el fin de semana final de mítines de campaña, Trump siguió sembrando duda en cuanto a la validez de las elecciones y dejó muy claro que consideraría corrupto cualquier resultado distinto de su victoria. En un mitin realizado en Filadelfia, donde una gran proporción de la población no es de raza blanca y el gobierno es demócrata, afirmó que la ciudad falsificaría los resultados. “¿Misteriosamente van a encontrar más boletas” después del cierre de casillas?, preguntó. “Se ha sabido que ocurren cosas extrañas, en especial en Filadelfia”.

Una atmósfera catastrófica de duda y negación generalizadas sobre la legitimidad de las elecciones vendría a coronar un periodo de la historia estadounidense en que la misma verdad ha estado en peligro, con un presidente que se ha desviado tanto del desempeño normal que ha creado su propia realidad, en palabras de sus aliados. Incluso si las elecciones concluyen con una victoria o derrota clara para Trump, tanto los académicos como los especuladores creen que el mismo concepto de confianza pública en un conjunto establecido de hechos necesarios para la operación de una sociedad democrática ha quedado tan erosionado durante su mandato que es posible que tenga ramificaciones a largo plazo.

“Puedes mitigar el daño, pero no será posible regresar un 100 por ciento a como era antes”, se lamentó Lee McIntyre, autor de “Post-Truth” y filósofo de la Universidad de Boston. “Creo que ese será el legado de Trump. Me parece que los procesos que nos sirven para verificar la verdad quedarán dañados durante décadas. La gente dirá: ‘Oh, esas son noticias falsas’. Confundir escepticismo con negacionismo (la idea de que, si no quieres creer algo, no tienes por qué creerlo) causa un daño tremendo, y los efectos de esta confusión serán perdurables”.

De hecho, la misma idea de confianza se considera un activo cada vez más intercambiable en un ambiente político que al parecer prefiere recompensar las voces más sonoras y no las más honestas. Según una encuesta reciente para Newsweek, el 54 por ciento de los estadounidenses concordaron en que mentir se ha vuelto más aceptable en la política estadounidense en años recientes; en cambio, solo el 13 por ciento respondió que se ha vuelto menos aceptable. El resto dijo que la proporción era casi idéntica o no expresó ninguna opinión.

Nancy L. Rosenblum, profesora emérita de la Universidad de Harvard y autora de “A Lot of People Are Saying” con Russell Muirhead, opinó que esa situación tal vez no cambie incluso si Trump abandona el cargo después de un solo mandato porque ya demostró las ventajas políticas de torcer la verdad y contribuyó a construir una infraestructura en que la realidad es como un menú a la carta del que los estadounidenses pueden elegir su variante favorita.

“Quedó demostrado que acusar de conspiración y decir algunas mentiras son buenas armas en la batalla política cuando existen divisiones muy muy profundas, y no hay nada que nos haga pensar que otros partidos no emplearán la misma estrategia en circunstancias desesperadas”, indicó. “Así que podemos esperar que esto continúe, aunque no tenga el mismo efecto”.

El impacto perdurable quizá sea más evidente en términos de la pandemia de coronavirus, que ya ha cobrado la vida de más de 230.000 personas en Estados Unidos. Aunque el brote repunta y alcanza nuevos picos de contagios, Trump ha insistido con falsedad en que el fin “está a la vuelta de la esquina” y les ha recomendado a los estadounidenses no preocuparse en vez de urgirlos a tomar precauciones.

Esta desconexión tiene consecuencias tangibles. Según algunas encuestas, los republicanos que respaldan a Trump son más propensos a restarle importancia a la amenaza del virus y menos propensos a usar cubrebocas o respetar el distanciamiento social. Una encuesta realizada la semana pasada por Axios e Ipsos reveló que solo la mitad de los estadounidenses pudieron responder correctamente seis preguntas fácticas sobre el virus, una muestra de cuán generalizada está entre el público la información falsa relacionada con el comportamiento insensato.

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Algunos científicos han llegado a la conclusión de que sería posible salvar 130.000 vidas en Estados Unidos durante los próximos meses si el uso del tapabocas fuera universal. El problema es que Trump se burla de quienes usan mascarillas para cubrirse el rostro y denigra a los expertos médicos, lo que les resta credibilidad ante el público, en especial a Anthony Fauci, epidemiólogo en jefe del gobierno federal, que ahora debe tener una escolta de seguridad tras sufrir afrentas del presidente y sus aliados. Encima, conforme más y más estadounidenses adoptan la postura del partido en cuanto al virus, muchos expresan desconfianza con respecto a una posible vacuna nueva, lo que podría generar una amplia resistencia a la vacunación.

Más allá de la crisis sanitaria, el sucesor de Trump, ya sea el año próximo o en cinco años, podría enfrentar una crisis más grande de confianza al intentar restaurar su credibilidad frente a aliados y adversarios extranjeros en tanto dirige un país en el que la verdad se ha dividido en tribus y gran parte del público está acostumbrado a desconfiar de todo tipo de instituciones.

Trump se ha dedicado durante cuatro años a decirles a los estadounidenses que no le crean a nadie más que a él, ya sean expertos en salud pública, científicos, periodistas, jueces, funcionarios gubernamentales de carrera, investigadores, generales, agencias de inteligencia, funcionarios electorales o incluso carteros.

“Solo recuerden”, le dijo a una multitud un verano, “que lo que ven y lo que leen no es lo que sucede en realidad”.

Una vez que se pierde la confianza, es muy difícil recuperarla.

“Sabemos mucho sobre la deslegitimación de las instituciones democráticas en los dos siglos pasados”, explicó Rosenblum. “Pero no sabemos de ninguna estrategia que les permita recuperar la legitimidad a las instituciones que han perdido su principal valor y autoridad ante una cantidad impresionante de personas. Eso es en realidad lo que necesitamos averiguar”.

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