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Un retrato de la Casa Blanca y su cultura del caos

Foto: The New York Times
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Desde sus primeros días, la presidencia de Trump luchó para contener la amenaza derivada de la interferencia de Rusia en la elección de 2016 Peter Baker y Maggie Haberman / The New York Times Mientras el presidente Donald Trump se reunía con asesores en el Despacho Oval en mayo de 2017 para hablar sobre quién … Leer más

Desde sus primeros días, la presidencia de Trump luchó para contener la amenaza derivada de la interferencia de Rusia en la elección de 2016

Peter Baker y Maggie Haberman / The New York Times

Mientras el presidente Donald Trump se reunía con asesores en el Despacho Oval en mayo de 2017 para hablar sobre quién podría remplazar al director del FBI que acababa de despedir, el fiscal general Jeff Sessions salió de la habitación discretamente para tomar una llamada.

Cuando regresó, le dio las malas noticias a Trump: Robert Mueller acababa de ser nombrado fiscal especial para retomar la investigación sobre la interferencia rusa en la elección presidencial de 2016 y las acciones del presidente para impedirla.

Trump se dejó caer en la silla. “Ay, Dios mío”, dijo. “Eso es terrible. Este es el fin de mi presidencia”.

No ha sido el fin de su presidencia, pero ha llegado a consumirla. Si bien la investigación de dos años acabó sin cargos contra Trump, el informe describe una imagen nociva de una Casa Blanca dominada por un presidente que está desesperado por boicotear la investigación solo para ser limitado por asistentes igualmente desesperados por impedir sus órdenes.

Hubo un momento en el que, Reince Priebus, entonces jefe de personal de la Casa Blanca, dijo que los ataques del presidente a su propio fiscal general significaban que tenía al “Departamento de Justicia agarrado de la garganta”. En otro, el asesor de la Casa Blanca, Donald F. McGahn II, se quejó con Priebus de que el presidente estaba tratando de convencerlo de hacer “cosas totalmente descabelladas”. Trump tampoco estaba contento con McGahn, a quien llamaba “el bastardo mentiroso”.

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Te vamos a cuidar

Desde sus primeros días, la presidencia de Trump luchó para contener la amenaza derivada de la interferencia de Rusia en la elección de 2016 y las sospechas sobre los contactos de su equipo con Moscú.

Apenas unas semanas después de asumir la presidencia, Trump despidió a su asesor de seguridad nacional, Michael T. Flynn, quien le mintió al FBI sobre conversaciones con el embajador ruso.

No obstante, Trump abrazó a Flynn y le dijo: “Te vamos a dar una buena recomendación. Eres un buen tipo. Te vamos a cuidar”.

Trump y su yerno, Jared Kushner, asumieron erróneamente que al deshacerse de Flynn malograrían la investigación que entonces estaba a cargo de James Comey, director del FBI. Durante una comida con Chris Christie, entonces gobernador de Nueva Jersey, Flynn llamó, y Kushner habló con él.

“El presidente se preocupa por ti”, le dijo Kushner a Flynn. “Haré que el presidente publique un tuit positivo sobre ti más tarde”.

A Trump también le preocupaba Comey. Durante la comida, le pidió a Christie que llamara a Comey, quien era su amigo. “Dile que es parte del equipo”, instruyó Trump.

Christie pensó que la solicitud del presidente era “absurda” y nunca lo hizo.

Otros asesores temían que Trump no estuviera diciendo la verdad al pueblo. Tras una conferencia en la que Trump negó haber sostenido negociaciones comerciales con Rusia, Michael Cohen, quien en ese entonces era su abogado personal y había estado tratando de hacer las gestiones necesarias para la construcción de una Torre Trump en Moscú, manifestó su preocupación.

Trump dijo que el proyecto no había finalizado aún. “¿Por qué mencionarlo si no es un trato?”, dijo.

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Me dejaste en una isla

Con la investigación cerniéndose sobre él, Trump quería asegurarse de que Sessions siguiera a cargo del Departamento de Justicia, y le pidió a McGahn que le dijera que no recusara debido a su trabajo en la campaña de Trump. McGahn llamó al fiscal general en tres ocasiones, pero Sessions anunció su recusación ese mismo día.

Trump estaba furioso. Mandó llamar a McGahn al Despacho Oval y dijo: “No tengo abogado”, y agregó que deseaba que Roy Cohn, el famoso abogado que peleaba a puño limpio y quien alguna vez trabajó para él en Nueva York, todavía fuera su abogado. Trump dijo que Robert F. Kennedy protegió a John F. Kennedy, y Eric H. Holder Jr. a Barack Obama.

“¿Me estás diciendo que Bobby y Jack no hablaban de las investigaciones?”, preguntó. “¿O que Obama no le decía a Eric Holder a quién investigar?”.

Trump se quejó a gritos con McGahn sobre lo débil que era Sessions, y Stephen Bannon, entonces estratega en jefe del presidente, pensó que era lo más fuera de sí que había visto al presidente.

Trump centró cada vez más su ira en Comey, quien durante su testimonio en el Capitolio el 3 de mayo de 2017, se negó a responder preguntas sobre si el presidente mismo estaba siendo investigado.

Enojado, Trump reclamó a Sessions. “Esto es terrible, Jeff. Y todo porque tú recusaste. Me dejaste en una isla. No puedo hacer nada”, mencionó.

Sessions contestó que no tenía opción, pero que un nuevo comienzo en el FBI sería adecuado y que el presidente debería considerar remplazar a Comey.

Trump estaba obsesionado con el director del FBI. Bannon recordó que mencionó a Comey al menos ocho veces el 3 y el 4 de mayo. “Me dijo tres veces que no me estaban investigando”, dijo el presidente. “Es un fanfarrón. Le gusta pavonearse. No conozco a ningún ruso. No hubo colusión”.

Bannon le dijo a Trump que no podía despedir a Comey porque “ese barco ya había zarpado” y que eso no detendría la investigación.

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¿El comienzo del fin?

Trump ignoró el consejo y despidió a Comey el 9 de mayo, justificando el acto con las críticas de su investigación sobre los correos electrónicos de Hillary Clinton. A pesar de las objeciones de McGahn y Priebus, Trump insistió en que la carta en la que despedía al director del FBI mencionara que Comey le había dicho en tres ocasiones que no lo estaban investigando.

Los asesores estaban alarmados. “¿Es el comienzo del fin?”, escribió en sus notas Annie Donaldson, jefe de personal de McGahn.

Sarah Huckabee Sanders, entonces subsecretaria de prensa del presidente, dijo a los reporteros que la Casa Blanca había hablado con “incontables miembros del FBI” que estaban a favor de la decisión de despedir al director, pero después admitió ante los investigadores que aquello no era cierto. Su comentario, dijo, fue “un lapsus” hecho “en el ardor del momento” y carecía de fundamentos.

El Mueller, quien fue director del FBI, para que retomara la investigación despido de Comey motivó al fiscal general adjunto, Rod J. Rosenstein, a nombrar a. Con el temor de que esto pudiera significar el fin de su presidencia, Trump atacó nuevamente a Sessions.

Trump exigió que su fiscal general renunciara. Sessions dijo que lo haría y regresó al Despacho Oval al día siguiente con su carta de renuncia.

El presidente se guardó la carta en el bolsillo y preguntó una y otra vez a Sessions si quería continuar fungiendo como fiscal general. Cuando Sessions por fin dijo que sí, el presidente contestó que quería que se quedara. Los dos pusieron fin a la conversación con un apretón de manos, pero Trump conservó la carta.

Cuando se enteraron de la carta, a Priebus y Bannon les preocupó que, si Trump la guardaba, podría usarla de manera inadecuada para influir en Sessions; eso serviría, dijo Priebus, como un “collar de castigo” para mantener al fiscal general a raya.

Al día siguiente, el 19 de mayo, Trump se fue al Medio Oriente. A bordo del Air Force One en un vuelo de Arabia Saudita a Israel tres días después, el presidente sacó la carta de su bolsillo y se la mostró a sus asesores. Más adelante en el viaje, cuando Priebus le preguntó a Trump por la carta, el presidente afirmó que no la tenía y que de hecho estaba en la Casa Blanca.

Tres días después, el presidente regresó a Washington, y finalmente le devolvió la carta a Sessions con una nota: “No aceptada”.

No obstante, no dejó de tratar de recuperar el control de la investigación, y llamó a Sessions a su casa para preguntarle si se “desrecusaría” y dirigiría el Departamento de Justicia para procesar a Clinton. Sessions se negó.

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Mueller tiene que irse

Si el fiscal general no puede mandar sobre el fiscal especial, Trump resolvió encontrar a alguien que sí pudiera. El 17 de junio, Trump llamó a McGahn desde Campo David y le ordenó que hiciera que Rosenstein despidiera Mueller debido a conflictos de interés.

Durante una conversación de 23 minutos, Trump dijo algo así como: “Tienes que hacer esto. Tienes que llamar a Rod”. McGahn, quien junto con los demás asesores creía que los supuestos conflictos eran “tontos” e “irreales”, se sintió perturbado por la llamada.

El presidente llamó de nuevo. “Mueller tiene que irse”, le dijo a McGahn. “Llámame cuando lo hayas hecho”.

McGahn decidió que renunciaría, obstinado en no repetir la experiencia de Robert H. Bork, quien cumplió con la orden del presidente Richard Nixon de despedir al fiscal de Watergate durante la Masacre del sábado por la noche antes de continuar su carrera como juez de tribunal de apelaciones.

McGahn, quien dijo que quería parecerse más al juez Bork y no al “Bork de la masacre del sábado por la noche” fue a la oficina en su auto para guardar sus cosas y presentar su renuncia. Cuando McGahn informó a Priebus y Bannon, lo exhortaron a no renunciar y este desistió.

Trump, resuelto, mandó llamar a su ex gestor de campaña, Corey Lewandowski, a la Casa Blanca dos días después y le dictó un mensaje para que se lo entregara a Sessions quien, en la práctica, habría limitado el alcance de la investigación sobre la interferencia rusa en la elección de 2016.

Aunque la reunión con Lewandowski nunca se llevó a cabo, Sessions entendió lo frágil de su posición y llevaba una carta de renuncia en el bolsillo cada vez que visitaba la Casa Blanca.

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Al Jefe le preocupa

A finales de junio, los asesores y los abogados del presidente se enteraron de que se había celebrado una reunión con los rusos en la Torre Trump durante la campaña, organizada por Donald Trump Jr., junto con Kushner y Paul Manafort, el presidente de la campaña de Trump. No obstante, el presidente dijo que no quería saber del tema.

Unos días después, en la oficina del abogado de Kushner, Hope Hicks, asesora de comunicaciones del presidente, vio correos electrónicos donde se hablaba de organizar la reunión y ofrecer “sandeces” sobre Clinton a nombre del gobierno ruso. En una reunión, Kushner minimizó el encuentro con los rusos, y le dijo al presidente que era sobre cuestiones relacionadas con la adopción.

Hicks sugirió que siguieran adelante con la historia y que Donald Trump Jr. diera a conocer los correos electrónicos como parte de una entrevista con “preguntas dirigidas”. La asesora de comunicaciones advirtió que los correos electrónicos eran “bastante malos” y la historia sería “masiva” cuando saliera a la luz, pero el presidente nuevamente dijo que no quería saber nada de ese tema.

El 7 de julio, mientras el presidente estaba en la Cumbre del G-20 en Alemania, Hicks se enteró de que The Times estaba preparando un artículo sobre la reunión en la Torre Trump. En el vuelo de regreso de Alemania a Estados Unidos, Hicks recomendó divulgar toda la información que tuvieran, pero el presidente rechazó su propuesta, diciendo que un informe preliminar decía mucho.

En cambio, Trump sugirió que la declaración dijera que su hijo mayor había asistido a una reunión sobre adopciones en Rusia.

Después, Hicks le envió un mensaje de texto a Donald Trump Jr. con una declaración, para preguntarle si le parecía bien. El hijo del presidente quería que se agregara que “principalmente” había hablado sobre la adopción en Rusia porque, como le escribió a Hicks, “comenzaron con algo sobre Hillary que eran puras estupideces y algunas otras insensateces que echamos por tierra rápido”.

Hicks respondió: “Me parece bien también, pero al patrón le preocupa que eso dé lugar a muchas preguntas”. El hijo mayor de Trump, quien exhortó a que fueran ellos quienes hicieran públicos los correos electrónicos, por fin los divulgó una vez que la Casa Blanca se enteró de que The Times estaba a punto de publicarlos.

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Tendré que deshacerme de él

En enero de 2018, The Times informó sobre las acciones del presidente en junio de 2017 encaminadas a hacer que se despidiera a Mueller. Trump, furioso, presionó a McGahn para que rebatiera la historia públicamente, pero no lo hizo porque el artículo informaba de manera precisa los deseos del presidente.

Trump insistió en que McGahn lo negara. “Si no escribe una carta, entonces tal vez tendré que deshacerme de él”, dijo el presidente, si no literalmente, algo en ese tenor.

John F. Kelly, quien remplazó a Priebus como jefe de personal, organizó una reunión entre Trump y McGahn.

“Nunca dije que despidieran a Mueller”, aclaró Trump. “Nunca dije ‘despedir’. Este artículo no se ve bien. Tienen que corregir esto. Ustedes son los asesores de la Casa Blanca. ¿Acaso mencioné la palabra ‘despedir’?”, preguntó.

“Lo que dijo fue: ‘Llamen a Rod, díganle a Rod que Mueller tiene conflictos y que no puede ser fiscal especial’”, contestó McGahn. Rechazó la solicitud del presidente de “hacer una corrección”.

Después Trump se quejó de que McGahn escribiera las cosas. “¿Por qué tomas notas? Los abogados no toman notas. Nunca tuve un abogado que tomara notas”.

McGahn sostuvo que tomaba notas porque era “un abogado auténtico” y ese tipo de abogado sí lleva un registro.

“He tenido muchos abogados estupendos, como Roy Cohn”, dijo Trump. “Él nunca tomó notas”.

Pero McGahn lo hacía, al igual que muchos otros.

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