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Los sobrevivientes de la guerra y la esclavitud varados en el mar

Foto: New York Times.
Foto: New York Times.

En 2015, el año en el que más de un millón de migrantes llegaron a costas europeas, varios países de Europa respondieron con generosidad. Patrick Kingsley Hace cuatro años, escapó de los yihadistas en el oeste de África. El año pasado, sobrevivió la esclavitud en Libia. Pero para Daouda Soumana, un comerciante de 20 años … Leer más

En 2015, el año en el que más de un millón de migrantes llegaron a costas europeas, varios países de Europa respondieron con generosidad.

Patrick Kingsley

Hace cuatro años, escapó de los yihadistas en el oeste de África. El año pasado, sobrevivió la esclavitud en Libia. Pero para Daouda Soumana, un comerciante de 20 años proveniente de Níger, una de las experiencias más crueles de su búsqueda de la seguridad ocurrió esta semana, a la vista de las costas sureñas de Europa.

Desde la cubierta del Sea-Watch 3, una embarcación de rescate que posee y dirige una pequeña beneficencia alemana, Soumana puede ver los acantilados blancos de Malta que brillan bajo la luz del sol, e incluso la silueta de los edificios a la orilla del mar. La tripulación alemana puede llegar a la costa en cuestión de 45 minutos en una lancha motora, a diferencia de Soumana.

Foto: New York Times.

Es uno de los 49 migrantes varados a bordo de un par de embarcaciones de rescate cuyas peticiones de un lugar seguro al cual llegar han sido ignoradas o negadas por todos los gobiernos nacionales que rodean el mar Mediterráneo desde diciembre.

“Estamos llorando”, dijo Soumana en el bote esta semana. “Podemos ver Malta con nuestros propios ojos, pero aún estamos varados en este barco”.

El destino incierto del Sea-Watch evidencia el efecto de la postura de línea dura que se ha adoptado en Europa respecto de la migración: una embarcación de rescate desesperada que va de un lado a otro sin poder atracar, y no porque haya tormentas marítimas, sino a causa de la política tempestuosa.

La odisea ha cobrado vidas

Durante años, la guardia costera italiana se ha coordinado con el Sea-Watch para que se traslade rápidamente a un puerto en el sur de Italia, o transfiera a sus pasajeros a un bote que se dirigía hacia allá. No obstante, ahora que Europa busca disuadir a los solicitantes de asilo, el ministro del Interior de Italia ha ordenado que los puertos de su país no dejen entrar a migrantes rescatados afuera de la frontera marítima.

Desde junio pasado, cuando Matteo Salvini, el ministro del Interior, comenzó a ejercer el cargo, el nuevo gobierno populista de Italia le había ordenado a la guardia costera que no participara en los rescates. Esto ha envalentonado a Malta, su país vecino, y a otros países a hacer lo mismo.

En conjunto, los funcionarios italianos, malteses y griegos han acosado a las beneficencias que alguna vez llevaron a cabo misiones de rescate en los litorales de Libia y Turquía; han iniciado investigaciones criminales en su contra y a veces confiscan sus botes. El Sea-Watch ahora es uno de tan solo tres botes privados que aún realizan rescates en el Mediterráneo, mientras que durante el punto más álgido de la crisis migratoria en 2015 había dieciséis embarcaciones de rescate.

Todo esto ha cobrado vidas.

Aunque el número de migrantes que intentan cruzar el Mediterráneo ha disminuido drásticamente —una tendencia que comenzó mucho antes de que Salvini tomara la decisión de cerrar los puertos— se está ahogando un porcentaje creciente de migrantes que salen de Libia.

Al mismo tiempo, también ha aumentado la cantidad de migrantes que la guardia costera de Libia ha regresado al país, devastado por la guerra. Se trataba de casi el 50 por ciento en 2018, mientras que en 2017 fue tan solo el diez por ciento, de acuerdo con datos recopilados por Matteo Villa, experto destacado en el tema de la migración en el Mediterráneo del Instituto Italiano para Estudios Políticos Internacionales.

Foto: New York Times.

Europa, sin interés en los migrantes

La difícil situación del Sea-Watch 3 es “una metáfora del estado en el que Europa se encuentra en este momento”, comentó Villa. “Europa no quiere más migración, y desea crear un símbolo que muestre que nadie puede entrar al continente”, señaló.

La nueva postura férrea de Europa ha convertido lo que debió ser un momento de alivio —cuando el Sea-Watch 3 rescató a Soumana y a 31 migrantes más que habían salido de una playa en Libia en un bote endeble de hule— en una nueva experiencia traumática.

Italia no solo ha dejado de coordinar misiones de rescate de migrantes en el sur del Mediterráneo, sino que también ha delegado esa responsabilidad a la guardia costera de Libia, un equipo soldadesco que emplea a varias milicias.

Después de que el Sea-Watch rescató a los pasajeros del bote de hule el 22 de diciembre, aproximadamente 30 millas náuticas al norte de la costa de Libia, la guardia costera italiana le dijo a su tripulación que le pidiera a la guardia costera de Libia instrucciones sobre qué hacer después.

La guardia costera de Libia se rehusó a ayudar. Todos los demás países de la región hicieron lo mismo, como si se tratara de una política del tipo “ve y molesta al vecino”, pues cada uno mandó a los solicitantes de asilo a la nación de al lado.

Un funcionario de las Naciones Unidas, que habló bajo la condición de conservar su anonimato, dijo que Malta se había rehusado a permitir que dos botes atracaran hasta que otros países europeos prometieran no solo aceptar a algunos de los 49 migrantes que estaban a bordo, sino también aproximadamente a 250 migrantes más que han llegado al archipiélago en meses recientes.

El gobierno maltés no respondió a peticiones de hacer comentarios, mientras que el ministro italiano del Interior señaló mediante una declaración que Italia no estaba interesada en ayudar a recibir migrantes. Durante años, agregó, pocos países europeos le mostraron a Italia la misma solidaridad.

Permitieron que los dos botes entraran a aguas maltesas el 2 de enero, y dejaron de nuevo en la cubierta a los pasajeros que se encontraban en el Sea-Watch. Sin embargo, aún están en el limbo, muy cerca de las costas europeas, pero muy lejos de que les permitan solicitar asilo ahí.

“No te llaman por tu nombre”: Soumana

En 2015, el año en el que más de un millón de personas llegaron a costas europeas, varios países de Europa respondieron con generosidad.

Alemania aceptó acoger a solicitantes de asilo aunque hubieran pasado por otras partes de Europa. El gobierno italiano permitió que cientos de miles de migrantes rescatados llegaran a puertos de Italia. Más tarde permitieron que varias misiones privadas de rescate, entre ellas la del Sea-Watch, consideraran a Italia como una zona segura.

Foto: New York Times.

Sin embargo, los políticos europeos poco a poco han cambiado de parecer, y han reducido la migración marítima no autorizada en un 90 por ciento a través de acuerdos con líderes autoritarios en la periferia de Europa, así como con la obstrucción de las misiones de rescate en el Mediterráneo.

En una iniciativa encabezada por Angela Merkel, la canciller alemana, la Unión Europea, le pagó a Turquía para que bloqueara la migración en el sureste de Europa, la cual disminuyó casi de la noche a la mañana en marzo de 2016. Después, en 2017, el ministro italiano del Interior convenció a un grupo de milicias libias de que no permitieran que los migrantes salieran de las costas del país, por lo que las llegadas de migrantes a Italia disminuyeron casi un 70 por ciento.

Soumana ha estado emprendiendo su trayecto desde 2015, pero la parte más reciente de su odisea comenzó el 21 de diciembre, cuando su grupo salió de la costa libia.

Soumana señaló que en dos ocasiones anteriores la guardia costera de Libia lo arrestó y lo llevó a un campamento de prisioneros donde lo golpearon con tubos de metal, lo retuvieron exigiendo un rescate y más tarde lo obligaron a trabajar en una granja sin un salario.

“No te llaman por tu nombre”, comentó. “Te dicen ‘abd’”, una palabra en árabe que significa esclavo.

“Salí de un problema en Libia para encontrarme con otro aquí”, dijo Soumana, mientras veía las aguas en los acantilados más al sur de Malta. “No es lógico”.

The New York Times Syndicate

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