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La flor de Nochebuena, símbolo de la Navidad

En 1937, la Familia Ecke, productora de Nochebuena en California, decidió patentarla. Crédito: Especial
En 1937, la Familia Ecke, productora de Nochebuena en California, decidió patentarla. Crédito: Especial

Esta planta temporal alcanza su floración entre noviembre y enero, por lo que se ha convertido en una tradición para adornar millones de hogares en el mundo Redacción Originaria de México y también conocida como la flor de paz, de pascua, pastora y estrella federal, la Nochebuena es un símbolo de la Navidad, pues desde … Leer más

Esta planta temporal alcanza su floración entre noviembre y enero, por lo que se ha convertido en una tradición para adornar millones de hogares en el mundo

Redacción

Originaria de México y también conocida como la flor de paz, de pascua, pastora y estrella federal, la Nochebuena es un símbolo de la Navidad, pues desde la época de la evangelización empezó a utilizarse para decorar los nacimientos.

Datos recopilados por la UNAM, revelan que por su belleza la flor de Nochebuena es, junto con las orquídeas, una de las plantas más vendidas en el mundo. 

Tan sólo en 2018, México produjo 19 millones de plantas, poco comparado con los 50 millones de ejemplares en Estados Unidos, mientras que en Europa la producción fue 110 millones.

Pero ¿cómo llegó la Flor de Nochebuena? Joel Robert Poinsset, político, naturalista y embajador estadounidense en México, la introdujo a la floricultura mundial, explicó Laura Trejo Hernández, investigadora del Instituto de Biología de la UNAM.

Al explorar el territorio nacional entre 1825 y 1830 colectó ejemplares de animales y plantas, entre ellas la Nochebuena (proveniente de Taxco), que envió al Jardín Botánico de Bartram, en Filadelfia.

Una vez aclimatada, en 1829 fue presentada como Poinssetia pulcherrima (en honor a Poinsset) en el primer festival de plantas y frutos de Bartram.

Así fue como empezó a cultivarse en Estados Unidos y se adoptó la flor de Nochebuena para sus festividades. A Europa llegó cuando se cultivó en el invernadero de Robert Buist, curador en el Real Jardín Botánico de Edimburgo.

Silvestres y cultivadas

Entre las silvestres y las cultivadas hay diferencias, sobre todo en el tamaño de la flor. Las que crecen en bosques y selvas son muy delgadas y forman un sólo juego alrededor de las inflorescencias, de color amarillo. 

En cambio, las de invernaderos son de mayor volumen, anchas y más vistosas. Su color va del rojo intenso al rosa, incluso amarillo, blanco, rayado y marmoleado.

La bióloga de la UNAM explicó que su riqueza genética es tan amplia que, si se aprovechará, se podría mejorar la Nochebuena de cultivo y reducir sus costos de producción.

Se lograrían tallos más fuertes, porque muchas se pierden por su ruptura o podrían hacerse más resistentes a las plagas (al hongo que afecta sus hojas), al frío o a las sequías. También se podrían generar cultivares verticales, para tener más cantidad en menor área.

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