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La magnitud de la epidemia del coronavirus en México

La magnitud de la epidemia del coronavirus en México/ Foto: Archivo
La magnitud de la epidemia del coronavirus en México/ Foto: Archivo

Una estimación basada en datos oficiales del sistema de salud apunta a que el número de contagiados se sitúa entre 620.000 y 730.000 Redacción Al igual que ha ocurrido en casi todos los países del mundo, la pregunta de cuál es el tamaño real del contagio de SARS-CoV-2 ha perseguido al Gobierno mexicano desde el principio de la pandemia, … Leer más

Una estimación basada en datos oficiales del sistema de salud apunta a que el número de contagiados se sitúa entre 620.000 y 730.000

Redacción

Al igual que ha ocurrido en casi todos los países del mundo, la pregunta de cuál es el tamaño real del contagio de SARS-CoV-2 ha perseguido al Gobierno mexicano desde el principio de la pandemia, aunque se ha intensificado en los últimos días. La cuestión ha derivado en una intensa polémica ya entrada la fase 3, la más crítica.

Muchos especialistas consideran que existe una falta de transparencia y ausencia de algunos datos que, de hacerse públicos, aportarían más claridad a la gestión de las autoridades. El Gobierno, no obstante, defiende que su modelo de vigilancia epidemiológica ha sido útil hasta ahora para tomar decisiones de mitigación y ha optado por otro para tener un mayor control de las necesidades hospitalarias en esta nueva fase.

El propio Gobierno aceptó desde un inicio que el número de casos confirmados mediante pruebas diagnósticas solo representaba una parte de la epidemia. Hasta hace unas semanas ofrecía su propia estimación de la dimensión verdadera, realizada con el sistema Centinela de vigilancia epidemiológica instalado en administraciones anteriores. Sin embargo, en los últimos días, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, cara visible de la gestión de la crisis sanitaria en el país, le ha venido restando importancia a dicha estimación, implicando (sin afirmarlo directamente) que el grado de difusión del virus la hace, si no imposible, sí secundaria como herramienta.

López-Gatell ha hecho énfasis en que los esfuerzos del Gobierno durante la fase 3 deben centrarse en evitar que los hospitales queden colapsados y sortear lo que ha ocurrido en algunas capitales del mundo como Madrid o Nueva York, algo que en México no ha sucedido.

Al igual que con el número de pruebas diagnósticas para detectar al virus, el Gobierno mexicano ha transmitido la sensación de que calibrar el tamaño de la epidemia nunca ha sido una prioridad. Pero una parte importante de la ciudadanía, además de la comunidad científica, sigue aspirando a tener una estimación sobre la magnitud del fenómeno.

El primer cuello de botella

La manera más directa de detectar la presencia de un patógeno en una población es mediante la realización de tests a los casos sospechosos de contagio. Aunque todos los países del mundo se han visto en aprietos para ampliar su capacidad diagnóstica, algunos los han superado con mayor holgura: en número de pruebas México se encuentra a la cola del continente, junto a Brasil y Bolivia.

Más significativo aún es que lleva en esa misma trayectoria desde el principio de la epidemia, sin que la evolución lógicamente positiva que se presenta en el número de pruebas per capita supere a ninguno de los otros países de la región.

Centinela

Centinela fue instalado y perfeccionado durante la década y media pasada, siendo la epidemia de H1N1 un importante acicate para su desarrollo. El principio es simple: 475 de las 26.000 unidades de atención de salud del país reportan a la Secretaría de Salud semanalmente la frecuencia de consultas por Infección Respiratoria Aguda IRAG (correspondiente con un cuadro de 38 grados de fiebre y síntoma respiratorio como tos), o por Enfermedad Tipo Influenza (ETI, equivalente a un cuadro gripal sin confirmación por prueba diagnóstica química). Es, por tanto, un sistema diseñado para detectar enfermedades que ya existen. Lo que ha hecho la Secretaría con estos datos es aprovechar que, como afirmó el propio López-Gatell, los síntomas de la COVID-19 son indistinguibles de los cuadros ETI/IRAG. Así, han aplicado una prueba diagnóstica para el nuevo coronavirus en una mayoría de los casos detectados con este cuadro clínico en las unidades de Centinela.

A renglón seguido, como explicó López-Gatell en su rueda de prensa del pasado 3 de mayo, aplican un doble filtro al número total de infecciones respiratorias que observa el conjunto de las 26.000 unidades de atención de salud. El primero corresponde con el porcentaje de las mismas que equivaldría a cuadros del tipo ETI/IRAG. Para ello se basan también en Centinela: de los 7,9 millones de consultas por causas respiratorias identificadas hasta la semana epidemiológica número 15 (5-11 abril), la Secretaría de Salud considera que 899.374 corresponderían con ETI/IRAG, un 5,9%. El segundo filtro es precisamente el porcentaje de positividad de SARS-CoV-2 que la Secretaría ha observado semana semana en Centinela. Todo ello lo hacen, como explica Alomía, no de manera directa, sino “por entidad federativa y por grupo de edad”. Al final de ambos filtros, resulta el valor de 106.380 casos estimados de COVID-19 hasta el 11 de abril de 2020.

Estos datos se hicieron públicos en dicha rueda de prensa ante la insistencia de la periodista Dulce Soto, del diario Reforma. La serie se frena ahí, no está claro por qué, a pesar de que se disponen de datos más recientes. El argumento de la Secretaría de Salud para poner su estimación basada en Centinela en un segundo plano tiene que ver con la entrada en la conocida como “fase 3” de la pandemia.

En ella, según las palabras del doctor Alomía, el objetivo es “proyectar en qué partes del país se van a dar los picos epidémicos. Esto va directamente relacionado con la disponibilidad de servicios de salud (…) Para poder estimar y proyectar esta carga (…) el modelo Centinela no tiene ese propósito” porque, como explicó López-Gatell el pasado 3 de mayo, Centinela se fija exclusivamente en datos pasados.

Todo lo anterior muestra que conocer la magnitud de una epidemia en mitad de su vorágine es harto complicado. Sobre todo cuando se trata de una enfermedad desconocida hasta ahora, con síntomas poco definidos y que tienden a confundirse con otras que ya existen, y una capacidad de contagio considerablemente rápida. Y al mismo tiempo es un dato fundamental para guiar las decisiones de política pública: sin poder siquiera aproximar el número real de infecciones, un país, una ciudad, va a ciegas.

En México hay datos disponibles para tener así sea una idea relativa, ya sea empleando datos de exceso de enfermedades respiratorias detectadas por Centinela, o a través de una proyección desde el número de muertos detectados con la covid-19, resulta que (tomando en cuenta los supuestos de base utilizados) el país podría tener entre 620.000 y 730.000 casos sintomáticos acumulados desde el inicio de la pandemia.

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