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La sonrisa se mantiene en el rostro del ahora presidente de México

Foto: Especial
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Andrés Manuel López Obrador mañana ofrecerá su primer informe de Gobierno, tras nueve meses de haber asumido el cargo que buscó durante dos sexenios La guerra contra las drogas en México arde de nuevo, la economía está estancada, el sistema de salud se tambalea y el presidente Andrés Manuel López Obrador –enfrentando presiones de Estados … Leer más

Andrés Manuel López Obrador mañana ofrecerá su primer informe de Gobierno, tras nueve meses de haber asumido el cargo que buscó durante dos sexenios

La guerra contra las drogas en México arde de nuevo, la economía está estancada, el sistema de salud se tambalea y el presidente Andrés Manuel López Obrador –enfrentando presiones de Estados Unidos– ha tomado medidas enérgicas contra los migrantes centroamericanos.

López Obrador asumió el cargo el 1 de diciembre y mañana pronunciará su primer informe del Gobierno.

De cierta forma, la suya es una presidencia de teflón: nada malo se le pega, siempre sonríe y dice “amor y paz” a sus adversarios. López Obrador se las ha arreglado para centrar las noticias en sí mismo, usando sus conferencias de prensa diarias tanto como Donald Trump usa Twitter.

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Hay un mensaje central de los primeros nueve meses de López Obrador en el cargo: Él está cerca del pueblo y lo escucha.

Sus conferencias matutinas son seguidas usualmente por visitas vespertinas a hospitales en pueblos pequeños, y los canales de televisión transmiten imágenes de muchedumbres fervientes, o a López Obrador comiendo en restaurantes locales.

“Este señor nos da mucha confianza”, dijo Eduardo Calvillo, que tiene un puesto en un mercado en un barrio pobre de la Ciudad de México, en el que Calvillo dice que hay nuevas lámparas de alumbrado público desde que López Obrador y un Gobierno aliado local asumieron el mando. “Este señor se baja a ver dónde está el problema, a dónde está el conflicto y piensa algo para solucionarlo”.

Fernando Hernández, un promotor inmobiliario de la capital del país, entiende las divisiones de clases, la furia ante la corrupción y la necesidad de cambio que le dieron a López Obrador la victoria en las elecciones. Él es oriundo del estado de López Obrador, Tabasco, en la costa del Golfo de México. Pero, dijo: “Realmente yo pensaba que iba a haber más coherencia en el cambio, más estudio, más capacidad”.

En lugar de ello, dice, López Obrador se ha mostrado renuente a escuchar críticas, sugerencias o consejos de expertos.

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El presidente dice a menudo “yo tengo otros datos” cuando se le pide que explique discrepancias. López Obrador es obstinado y odia gastar dinero. Incluso redujo drásticamente los gastos del Gobierno y los salarios de una forma que habría sido muy difícil para gobiernos conservadores.

Los recortes dejaron brevemente sin quimioterapia a niños enfermos de cáncer, lo que causó una manifestación en el aeropuerto de la capital.

“Lo que estoy viendo es que se están haciendo los recortes a machetazos”, dijo Hernández. “La medicina pública está devastada por los recortes”.

“Él es muy obstinado, él es muy bueno en lo que hace. Es un gran político, pero necesita oír, necesita enfocarse más en lo que le dicen”, dijo Fernando Hernández.

A López Obrador le gustaría ser juzgado por su principal promesa de campaña –combatir la corrupción– pero incluso en ese terreno, pese a su positiva reputación personal, la cantidad de contratos sin ofertas conferidos en los primeros nueve meses de su Gobierno es similar a las de sus predecesores, dijo Ricardo Alvarado, investigador para el grupo cívico Mexicanos Contra la Corrupción.

Mexicanos Contra la Corrupción ha lanzado una serie de impugnaciones legales contra uno de los proyectos favoritos de López Obrador –convertir una base de la fuerza aérea en un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México– en parte porque el presidente canceló un proyecto más costoso para un aeropuerto cuya construcción ya estaba en curso y que grupos empresariales dicen tiene más sentido.

Como Trump con su muro fronterizo, López Obrador está obsesionado con su gran proyecto de infraestructura: un tren que haga un recorrido turístico alrededor de la Península de Yucatán y que la mayoría de los expertos dice no tiene sentido financiera ni ambientalmente.

Otro de sus proyectos favoritos es la recién creada Guardia Nacional, una mezcla de soldados y policías que él espera pueda combatir a los cárteles de la droga y delitos del fuero común.

Grupos de derechos humanos expresan preocupación de que las fuerzas armadas mexicanas, que han sido implicadas en abusos en el pasado, tengan ahora carta blanca.

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Por un lado, López Obrador ha tratado de excarcelar a “prisioneros políticos” y de tomar más seriamente la búsqueda de los 40 mil desaparecidos en el país, pero por otro lado, ha relajado la supervisión civil de las agencias policiales.

Dice que incluso si la Guardia Nacional consigue sus objetivos de reclutamiento, tendría apenas un agente por cada mil habitantes el año próximo. “No da para mucho”, dijo.

Para muchos mexicanos, la fascinación de López Obrador con el pasado lo limita. A él le gustan los viejos baluartes de México: la industria del petróleo, el Ejército y la agricultura a pequeña escala. También le llevó a llamar a su Gobierno “la Cuarta Transformación”, comparándolo con la guerra de Independencia de 1810, el movimiento de Reforma de 1857 y la Revolución de 1910.

De acuerdo con el analista de seguridad Alejandro Hope, el problema para un país que necesita desesperadamente soluciones nuevas para temas como el crimen, es que “no hay nada particularmente transformador en la Cuarta Transformación”.

Ap/MAA

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