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Ante COVID-19, quedarse en casa es un lujo

Ante COVID-19, quedarse en casa es un lujo
Ante COVID-19, quedarse en casa es un lujo

Jennifer Valentino-DeVries/ Denise Lu/ Gabriel J.X. Dance Ya pasaron cerca de dos semanas desde que el gobernador de Illinois ordenó a los residentes del estado permanecer en casa, pero las responsabilidades de Adarra Benjamin no han cambiado en absoluto. Ella se sube a un autobús todas las mañanas en Chicago y recorre hasta 32 kilómetros … Leer más

Ante COVID-19, quedarse en casa es un lujo
Ante COVID-19, quedarse en casa es un lujo

Jennifer Valentino-DeVries/ Denise Lu/ Gabriel J.X. Dance

Ya pasaron cerca de dos semanas desde que el gobernador de Illinois ordenó a los residentes del estado permanecer en casa, pero las responsabilidades de Adarra Benjamin no han cambiado en absoluto. Ella se sube a un autobús todas las mañanas en Chicago y recorre hasta 32 kilómetros de ida y vuelta algunos días para cocinar, limpiar y hacer las compras de sus clientes, personas mayores o que tienen problemas de salud que les dificultan realizar esas tareas.

Benjamin conoce los riesgos, pero necesita el trabajo, por el que le pagan unos 13 dólares la hora. Tampoco puede imaginarse dejar que sus clientes se las arreglen solos. “Se han vuelto mi familia”, dijo.
En ciudades de todo Estados Unidos, muchos trabajadores de bajos ingresos siguen trasladándose de un lado a otro, mientras aquellos que ganan más dinero se están quedando en casa y limitando su exposición al coronavirus, según los datos de localización de teléfonos celulares que analizó The New York Times.

Aunque, sin importar su nivel de ingresos, las personas se están desplazando menos que antes de la crisis, los que tienen más dinero son quienes se quedan más en casa, en especial durante la semana laboral. No solo eso, sino que, además, casi en todos los estados comenzaron a hacerlo días antes que los pobres, lo cual les dio una ventaja en el distanciamiento social mientras el virus se propagaba, según los datos acumulados del análisis de localización de la empresa Cuebiq, que rastrea a diario a unos 15 millones de usuarios de celulares en todo el país.

LO QUE DEJA AL DESCUBIERTO LA PANDEMIA

Los datos brindan evidencia en tiempo real de una división que la pandemia del coronavirus deja al descubierto; una división en la cual la gente con más recursos no solo tiene una mayor seguridad laboral y prestaciones, sino que además tiene mayores herramientas para evitar enfermarse. El brote es tan nuevo que la relación entre la condición socioeconómica y los índices de contagio no se pueden determinar, pero otros datos, que incluyen las estadísticas recientes dadas a conocer por los funcionarios de salud pública de la ciudad de Nueva York, sugieren que el coronavirus está golpeando los barrios de bajos ingresos con mayor fuerza.

El temor de contagiarse ha motivado protestas y huelgas de trabajadores en tiendas de abarrotes, servicios de entregas y otras industrias, pues dicen que sus empleadores no les están proporcionando suficiente protección o compensación para contrarrestar los mayores riesgos sanitarios, aun cuando sus empleos se consideran esenciales.

Las reglas varían de un estado a otro, pero los trabajadores considerados esenciales por lo general incluyen a los que están en el sector salud y en las fuerzas de seguridad pública, así como a los cuidadores, los repartidores, los empleados de tiendas de alimentos y los plomeros. Las ferreterías, las farmacias y los restaurantes que venden comida para llevar también siguen abiertos y con personal. Todos estos trabajadores pueden conservar sus empleos —una bendición en una economía detenida por los cierres de emergencia—, pero en muchos casos no pueden demandar prestaciones por desempleo si renuncian.

 “La gente quiere hablar sobre este virus como un patógeno que da las mismas oportunidades a todos, pero en realidad no lo es”,

comentó Ashwin Vasan, médico y profesor de Salud Pública de la Universidad de Columbia. “Va directo a las fisuras de nuestra sociedad”.

LAS DESVENTAJAS ESTRUCTURALES

Los datos de movilidad nos dan una instantánea en el tiempo y los comportamientos que captura podrían cambiar en una crisis que se mueve rápido. Aunque varios expertos en políticas públicas que revisaron los datos dijeron que indicaban de manera contundente que la gente más acomodada tiene más posibilidades de quedarse en casa, agregaron que las diferencias podían deberse a otras razones –tal vez una mayor conciencia de los riesgos o un mejor acceso a la información, por ejemplo–, así como a otras cuestiones que todavía no son tan evidentes.

Los economistas y los investigadores de la salud pública comentaron que los datos señalaban huecos en la respuesta gubernamental a las repercusiones de la pandemia para los trabajadores de bajos ingresos, la cual se ha centrado en los que se han quedado desempleados debido a los cierres y no en aquellos que desempeñan actividades esenciales.

“La COVID-19 expone muchas de las desventajas estructurales que enfrentan las personas de bajos ingresos”,

como la falta de seguridad laboral y el acceso desigual a la atención médica, mencionó Adie Tomer, un investigador del Instituto Brookings que ha estudiado a la fuerza de trabajo esencial.

“Quienes tienen solvencia económica trabajan en industrias en las que están detrás de un escritorio, y entonces estos barrios de altos ingresos cuentan con algunas ventajas durante esta pandemia”, agregó.

En las zonas metropolitanas con la mayor disparidad entre los residentes más ricos y los más pobres –y donde hay órdenes de quedarse en casa– la gente de los barrios de mayores ingresos en esencia ha dejado de moverse. La gente en los barrios de bajos ingresos también ha reducido de manera drástica sus desplazamientos, pero los datos muestran un repunte en sus traslados después de la tercera semana de marzo que coincide con el inicio de otra semana laboral.

En otras zonas donde la disparidad de los ingresos no es tan elevada, fue mucho más probable que tanto los más ricos como los más pobres siguieran moviéndose. Estas ciudades también se encuentran en lugares donde no era tan probable que se ordenara a los residentes quedarse en casa.
Muchos trabajadores esenciales tienen empleos que pagan poco y puestos que requieren salir de casa y trabajar junto a otros, dijeron los economistas.

“Las personas que tienen estos ingresos o bien han sido enviadas a su casa con permisos sin goce de sueldo y no están trabajando o son trabajadores esenciales en la construcción, en las cajas de las tiendas de alimentos o en instituciones de cuidados a largo plazo”,

comentó Matthew Rae, quien dirige un programa de mercados de atención médica de la Fundación de la Familia Kaiser. “Y cientos de miles de ellos no tienen seguro médico”, agregó.
Benjamin, la trabajadora del sector salud en el barrio de Woodlawn de Chicago, tiene 26 años y es una de las personas que no tienen seguro médico. Lleva consigo una botella de jabón y otra de gel desinfectante de manos y se cuida de no tocarse la cara, pero está preocupada.

“Sí tengo guantes, pero me acabo de quedar sin tapabocas”, dijo, “y no tengo idea de dónde voy a conseguir más”.

EL DESEMPLEO, LA CONTRAPARTE

Según informes de varias ciudades, los trabajadores han pasado del temor a estar expuestos al virus al alivio de tener un empleo mientras tantos otros están desempleados. La cantidad de pasajeros en el metro de Nueva York ha disminuido de manera drástica, pero las estaciones en las zonas más pobres siguen abarrotadas.

En Seattle, uno de los primeros puntos conflictivos del coronavirus en el país, Cassandra Fejarang, quien pertenece al sindicato Hermandad Internacional de Camioneros, fue despedida de su puesto de suministro a restaurantes en marzo, pero pudo encontrar trabajo en un centro de distribución de abarrotes de los supermercados Safeway. Tiene que recorrer varios kilómetros en automóvil hasta el almacén en Auburn, Washington.

“Tengo la bendición de poder trabajar todavía”, dijo Fejarang, de 34 años. Agregó que ha trabajado turnos de diez y dieciséis horas, cargando comida congelada, papel de baño, cloro y otros productos en tarimas que luego se llevan a las tiendas. Los trabajadores de los almacenes de alimentos en su sindicato ganan bien —20 a 29 dólares la hora— y han negociado prestaciones adicionales durante la crisis del coronavirus.

”Claro que uso guantes y trato de dejarme puesto el tapabocas porque estoy rodeada de gente todo el día. Todos nos estamos lavando las manos y tratando de mantener nuestra distancia. Es difícil, pero me siento segura cuando estoy ahí”, afirmó.

El estado de Washington, donde se dio uno de los primeros brotes importantes de coronavirus en Estados Unidos, sobresale del resto del país porque su población más adinerada inició el aislamiento en casa casi una semana antes que los más pobres.
Con este virus altamente transmisible, incluso unos días pueden hacer la diferencia en cuanto a limitar o desatar un brote, afirmó Vasan, el catedrático de Columbia.

“Se expande como el fuego por las comunidades”, comentó Vasan. “Hablamos sobre aplanar la curva, y cada día que la gente no se queda en casa solo lo dificulta más”.

 

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