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Ángeles de la pandemia, regalan comida a los más necesitados

Las comidas que se reparten en la calle 16 de septiembre son pagadas por gente que apoya a Flor. / Foto: Selene Ugalde
Las comidas que se reparten en la calle 16 de septiembre son pagadas por gente que apoya a Flor. / Foto: Selene Ugalde

En la capital queretana existen varios comedores, fondas y asociaciones civiles que regalan comida a los más necesitados Fotorreportaje: Selene Ugalde En el Centro Histórico de Querétaro, en la calle 16 de Septiembre, esquina con Altamirano, se encuentra una casa grande de color amarillo que antes era el restaurante “Sabores y colores”. Son las 12:30 … Leer más

En la capital queretana existen varios comedores, fondas y asociaciones civiles que regalan comida a los más necesitados

Fotorreportaje: Selene Ugalde

En el Centro Histórico de Querétaro, en la calle 16 de Septiembre, esquina con Altamirano, se encuentra una casa grande de color amarillo que antes era el restaurante “Sabores y colores”. Son las 12:30 del día y contra esquina del restaurante se filtran los rayos del sol por las hojas de los árboles. En una hora estarán formadas familias enteras para pasar por su sopa de verduras con pollo y arroz. Quedé de ver a Flor de María Gómez una hora antes de que comience a repartir comidas para poder platicar sobre la iniciativa del comedor. Así como ella, diversos sitios en Querétaro regalan comida a los más necesitados, entre los que están desempleados e indigentes.

“No lo doy yo, es de toda la gente”.

La iniciativa comenzó con el hashtag #gentequequierealagente repartiendo 30 comidas en diferentes puntos de la ciudad.

“Pensamos en la gente porque desde el principio se vio como se quedó la gente sin trabajo, pero cada vez fue aumentando más, más”.

Y es que Querétaro empezó el mes de mayo con 11 mil 447 nuevos desempleados según el informe del Instituto Méxicano del Seguro Social (IMSS). Se triplicó comparado con el informe de marzo en el que se perdieron 3 mil 807 empleos formales.

“Empezaba yo repartiendo de 30 comidas y a veces se me quedaban y tenía que salir yo a repartir en los cruceros, en otros lados, pero fue subiendo la gente. Cuando hice 50 comidas se me hizo mucho. Ahorita estoy repartiendo 150 o más comidas”.

Al interior del comedor hay varias personas trabajando, al exterior hay una ventanilla tan sellada como la de los bancos, pero con algo más frágil, papel de cocina transparente y un pequeño espacio que permite a Flor darles alcohol en gel y la comida que han preparado. Al lado de la ventanilla hay un cártel que dice “#gentequequierealagente ya dejó pagadas algunas comidas para quienes se ven afectados por la contingencia. Si realmente la necesitas, pasa por una de 2:00 a 3:30 durante este mes”. El mes que consideraban era el mes de abril, sin embargo, a mediados de mayo el apoyo no solamente continúa sino que ha aumentado.

“Todo es de donaciones, hay señores que me dan hasta 20 pesos o 500, 100 pesos, así, lo que puede la gente. O me trae un kilo de arroz, un kilo de frijol. También llegan así, cargados, a veces con cosas que casi se echan a perder pero a todo le buscamos lo bueno. Tenemos un donante de pollo que casi cada quince días nos apoya y es buenísimo darles un caldito de pollo. Y sí, hay mucha gente con un corazón muy grande que sí hace las donaciones. No sabemos cuánto va durar esto. Hasta cuando vamos a seguir donando, pero mientras se pueda pues vamos a seguir adelante”.

Es la 1:18 de la tarde y llega la primera persona. Logró encontrar el mejor lugar para la espera. Se recuesta en el tronco del árbol que da contra esquina al comedor y se acomoda. Después de él no tardan mucho en llegar poco a poco los demás y comienzan a sentarse en la acera conforme van llegando respetando una distancia entre uno y otro, aunque escépticos a la enfermedad lo hacen pues algunos se quejan que los policías quieren cerrar el comedor. Tres policías municipales llegan también para verificar que las medidas se cumplan. Se esparcen en la acera y se  sientan bajo la sombra de los árboles, esperando a que comiencen a repartir la comida. La espera no dura mucho pues a Flor no les gusta hacerlos esperar para no exponerlos.

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Los aborda la desesperación

En el tiempo de espera hablo con algunos, apenados, cabizbajos, enfadados, indignados y hablo con Alfredo, quien trabajaba de guardia de seguridad. Le redujeron el sueldo debido a la recesión económica derivada del coronavirus.

“Cuando somos foráneos pagan bien poquito. Tengo mis niñas, tengo a mi mujer. Estoy batallando, viniendo así a comedores. Quedamos de vernos con mi esposa de comer aquí. Ahorita yo me muevo para darles de comer. Son dos niñas y el que viene en camino, son tres y ahorita me la estoy rifando y ahorita sin trabajo ni nada, digo yo, tan poquito dinero y son tres. Somos cinco bocas. Al principio me estaban pagando mil 200 y me bajaron a 600 pesos a la quincena. Con cinco bocas no se puede. Se me juntó todo”.

Alfredo tiene una mirada de esperanza, pero me dice otra cosa:

“Me desespero mucho porque no encuentro la solución de mantener a mi mujer y mantenerme a mí. ¿Cómo le hago con esta enfermedad?”  al tiempo que voltea su brazo izquierdo para mostrar las cicatrices de sus heridas en el brazo. Pregunto si él se las hizo a lo que responde: “porque me desespero mucho, porque no llevo nada de comer, me desespero”.

Una hora antes, platicando con Flor me dijo que recibía muchas señoras con sus niños que sus maridos ya no trabajan, “Me dicen: es que ya los descansaron. Hay familias enteras que vienen por su comida”. Ángeles, esposa de Alfredo, es una de ellas. Quien va con sus dos hijas y su mamá: Melissa, Fernanda y Maria Luisa.

Flor trata de darles a todos “Me dicen que mis ollas son mágicas porque sirven y sirven y sirven y no se acaban”.

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Más iniciativas

Amado, quien antes era mesero de un restaurante, me muestra que a la vuelta hay dos comedores más, uno en la calle 15 de mayo y otro en la avenida Luis Pasteur a los que la mayoría de las personas de los que pasaron antes por el comedor de “Gente que quiere a la gente”, también van.

El otro comedor se llama AYUDANDO.MX, una Asociación Civil que en su sitio web expone su misión:

“Buscar el bienestar inmediato a través de la alimentación. Queremos ser el puente que logre entregar un plato de comida diario a quienes no lo tienen, uniéndolos a ellos, con la voluntad de quienes quieren ayudar, y el compromiso de quienes pueden hacerlo, y así satisfacerles esta necesidad básica para que puedan enfocarse en el desarrollo de sus familias. Buscamos facilitar a las personas de bajos recursos, su sonrisa diaria”.

Ayudando.mx es una iniciativa mejor consolidada que los otros dos comedores, ya que cuenta con el patrocinio de 20 empresas y una plataforma a la que puedes acceder para formar parte del voluntariado. Los platos de comida, según los mismos beneficiarios, están mejor preparados. Hay una persona llevando un registro de cada persona a la que le entregan comida y las filas se dividen entre hombres y mujeres. Para poder entregarles la comida, todos deben llevar cubrebocas. Observo desde fuera porque la entrega es demasiado rápida y no me da tiempo de hablar con “la güera”, como todos le llaman a la señora que entrega las comidas y también al comedor. Pasa un señor de baja estatura y al recibir la comida toca la mano de “la güera”, quien a su vez responde con “No me toque. Parece que no han entendido”.

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Amado Urias quien parece tener un nivel académico superior al de la mayoría de personas en la fila me pide hablar:

“Ninguno de nosotros estamos aquí porque nos guste, es por necesidad. Sí necesitamos este tipo de ayudas, pero queremos un trato digno. Se nos maltrata y se nos humilla. Necesitamos un trato de verdad, como si fuera para usted, como seres humanos que somos. Hay que encontrar el mecanismo para poder ponernos a trabajar y darle solución a las cosas. Queremos un programa en el que podamos participar. Queremos un programa con infraestructura consciente, serio y respetuoso a los seres humanos. Merecemos un mejor vivir y el respeto mutuo para todos. Todos valemos. A lo mejor nos vemos en la penosa necesidad de venir, pero créame que queremos un cuarto para vivir. Algo digno. Algo correcto. No nada más dando. Queremos trabajar”.

AGA

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